miércoles, enero 24, 2007


El Porque de como los Gatos no hablan.
Carolina había perdido todas la esperanza, su trabajo iba de mal a peor y su vida personal tampoco ayudaba, habían pasado 6 meses desde su divorcio con David y todavía no se lo creía, aún recordaba aquella noche cuando él le propuso matrimonio bajo la luz de la luna en las Playas de Morrocoy, las olas danzaban al compas de la naturaleza y allí en ese preciso momento él saco un anillo de su bolsillo y muy toscamente, como cuando uno luce realmente enamorado le dijo:

- Carolina, casate conmigo.

Las palabras le cayeron como una agradable e inesperada sorpresa, solto la copa de vino que sujetaba, llevo sus manos al pecho y con las cara llena de lagrimás de felicidad, contestó: Sí. Una afirmación que le sono eterna y muy placentera creyendo que la felicidad tocaba su puerta para quedarse para siempre. Pero como la arena que esa noche era arrastrada por el viento y modificaba las dunas en la playa, las palabras se convirtieron en polvo y la unión entre ellos dos no duró mucho, un año bastó para que ambos se conocieran en verdad y para que David conociera en profundidad a la vecina del piso 8. Carolina no quería creer en el engaño y muchos sentimientos mezclados la acompañaban por todo este tiempo que había estado separada de la persona que ella una vez creyó que era su gran amor." Uno se ciega cuando está enamorado y las cosas malas nos parecen mentira cuando suceden, es por eso que debes afrontar la realidad y seguir adelante con tu vida", le decía su amiga Catherina cada vez que se sentaban en la cafetería de la compañía para tomarse un café y fumarse un cigarro.

-Amiga debes dejar esa cara de muerto que llevas desde hace tiempo- le decía Catherina mientras botaba las cenizas en el cenicero - tu eres joven y puedes conseguirte otro hombre en menos de lo que yo me bebo este café.

Carolina no sabía si le estaban dando un consejo o hundiendole más la espinita de la soledad, pero no quería sentirse desolada y por más impertinente que su amiga fuera, sus palabras le causaban risa y le recordaban por un momento como era ser feliz. Todas las noches regresaba a su apartamento vació, cada vez que se paraba en frente de la puerta de su hogar lo pensaba por un momento antes de meter la llave en la cerradura y darle la vuelta para poder entrar. El sonido de su llavero contra las llaves le recordaba que adentro no había nadie esperandola, que este sería el único sonido que escucharía por toda la noche provocado por un ser humano. Siempre encendía la televisión para escuchar a personas hablando y no sentirse miserable en ese espacio tan grande para ella sola. Haciendo zapping por los canales, buscaba la respuesta para luchar contra el insomio, siempre hasta altas horas de la madrugada el sueño la eludía y casí podía escuchar como el señor Morfeo se reía de ella; de repente cayó en un programa educativo en un canal de esos culturales, vió a una mujer hablando y explicando como las mujeres de hoy en día son más poderosas y tienen cargos de mayor poder dentro de la sociedad, logros que habían sido posibles por años de luchas sociales y de igualdad de genero, Carolina sintió de repente un sentimiento que no recordaba, cerro lo ojos, arrugo los cachetes y se echó a reír, mientras decía:

- ¿Y que carajo hacemos cuando no queremos estar solas?, ¡Ridícula debemos luchar en contra de nuestro corazón para que no sea tan inocente!- decía mientras señalaba el televisor.

A la mañana siguiente el ruido de un taladro electrico que perforaba la acera de la calle de en frente a su edificio, la despertó, había dormido dos horas y media y con bastante frustración se paró, para empezar su rutina del día antes de ir al trabajo. Después de una larga ducha y un rápido desayuno, partió de su apartamento a toda prisa, iba tarde ya, antes de tomar el autobus compró su periódico preferido para estar pendiente de las noticias, esto era uno de sus escapes para olvidar una cosa mala y ver otras igual de malvadas. Mientras pasaba las páginas y se acomdaba en el asiento llegó a la parte de las caricaturas, sección que siempre pasaba pero un tira comica llamó su atención, acerca de un gato y su dueño:

Más que risa lo que le provoco está comiquita fue curiosidad, día a día pasaba esta sección y nunca se había detenido a leerla, más tarde ese día revisó los periódicos viejos que todavía guardaba y se dedicó a leer, "Garfield"; supo entonces que Garfield era un gato gordo y perezoso que vivía con su dueño Jhonn Bonachón y un pequeño perro llamado Oddie, sus días giraban en comer mucho y hacerle la vida imposible a Jhonn y a Oddie, pero a la larga todos eran felices con este gato que les alegraba la vida; por un momento Carolina pensó: ¿Quién quisiera vivir con un gato tan desgraciado? pero mientras seguía leyendo se dió cuenta que el gato le hacía bien a su dueño e inclusive al perro, y así de repente pasó, se le prendió el bombillo como cuando en los dibujos animados alguien tiene una gran idea, debe ser porque había estado toda la noche leyendo caricaturas -conseguire un gato, me hará bien y así no estaré tan sola- por primera vez en mucho tiempo pudo dormirse temprano y con la seguridad de que muy pronto todo iba a estar bien.
Esa mañana se levantó feliz, hizo lo de siempre, comió lo usual e inclusiva se dió el lujo de tomarse unos minutos más para ver algo de televisión, mientras iba camino al trabajo recordaba su idea de la noche anterior, preguntandose donde habría refugios para conseguir el preciado animal. A la hora del almuerzo le comentó a Catherina acerca de su idea, no fue muy bien acogida seguida por los comentarios pusantes de la "amiga".
- ¡ No mijita, tu te me convertistes en una vieja prematura!- vocíferaba Catherina- esa vaina de tener gatos las mujeres es pavoso además que esos bichos transmiten enfermedades, ¿no has oído hablar de la Toxoplasmosis?.
- Y tú ¿no has oído hablar de sentirse más sola que la una?, no me voy a casar con el bendito animal, además siempre quize tener mascotas, inclusive antes de estar con Daniel -replicaba Carolina- cuando yo era niña mi abuela tenía un gato que era muy tierno, quisiera tener una responsabilidad con otro ser vivo para así depejar mi cabeza un poco y preocuparme por otras cosas.
- No puede ser posible que todas estas cosas se te ocurrieran por una estupida comiquita, pero bueno tú sabrás lo que haces, para que veas que sí te apoyo aquí tienes la tarjeta de un refugio de animales que queda en Santa Mónica, mi sobrina tiene un perro y allí es donde lo vacunamos siempre, ve para allá que ahí hay bastantes animalitos para adoptar, incluyendo gatos.
- Muchas Gracias Catherina, en el fondo se ve que amas a alguien más que a tí - comentó entre risas Carolina.
- Bueno pero no te acostumbres, está faceta es nueva en mí, así como la tuya con los gatos.
Esa tarde Carolina decidió salir más temprano del trabajo, con la tarjeta del refugio animal en la mano paró un taxi y pidió que la llevaran a esa dirección; al llegar al lugar Carolina pudó notar que era un casa de dos plantas, parecía bastante deprimente con ese color verde musgo que la cubría con varios espacios pelados por el tiempo y el sol, al entrar notó que varias personas esperaban su turno con el veterinario. Perros, gatos y haste un loro hacían fila como cualquier otro paciente, la única diferencia es que sus dueños erán los que velaban por ellos; se acercó al mostrador donde estaba una muchacha, probablemente voluntaria, y le preguntó:
- Buenas Tardes, ¿Quería saber sí tenían algún gato para adoptar?
- Sí tenemos a muchos, vamos a la parte de atrás para que los vea.
Carolina se enrumbó por un pequeño pasillo ubicado en la parte posterior del escritorio de la muchacha, despues de caminar unos pocos metros y hacer una vuelta a la izquierda se encontró con una pared llena de pequeñas y grandes jaulas; la escena era bastante triste para ella no podía creer cuanto animalito abandonado había en Caracas, pudo entender que la gente era bastante egoísta con sus compañeros de cuarto como lo es el planeta tierra.
- Los gatos los tenemos por este lado - le dijo la muchacha que la atendía.
Había muchos, en verdad la muchacha no se equivoco, ¿a quién elegir?, tenía en frente a gatos peludos, pelo corto, manchados, unicolor, pequeños, grandes, bebes y adultos, era una feria de maullidos y ronroneos; hasta que llegó a una pequeña jaula donde estaba una gata blanco y negro toda enrosacada y sumergida en un profundo sueño, inmediatamente cuando noto la presencia de Carolina y que la estaba viendo, despertó y se acerco a la reja, dejando que le acariciaran los bigotes y la cabeza. Al ver esto Carlina se decidió por ella, debe ser que desde hace tiempo nadie le pedía un caricia, le pregunto a la muchacha si debía pagar algo.
- No para nada, lo único que le pedímos es una pequeña colaboración para el refugio.
Carolina les dió unos 30 mil bolívares que tenía en la cartera, era lo único que tenía en efectivo, hubiera dado más porque en realidad apoyaba esta causa perdidá en Venezuela de mejorar el trato con los animales que nadie quiere; después de esperar un poco mientras le sacaban a la gatita y comprobaban que tuviera todas sus vacunas y estuviera en buen estado de salud se la dieron junto con una bolsa de comida para gatos. Carolina salió feliz de ese lugar, sintió una gran emoción por llevar a casa a un animal, tomó el autobus a regañadientes del chofer que no quería animales en su unidad, se pusó a pensar en que nombre ponerle.
- A ver no queremos nada muy sofisticado, tu nombre sera tu personalidad - le decía Carolina a la gata mientras está se aferraba a sus brazos con las uñas - voy a llamarte Ging, así como Ging/Gang en honor a tu color que representa la unión entre el bien y el mal, pero ¡eso si! sin salirme tremenda.
Al llegar al apartamento, Carolina solto a Ging para que explorara su nuevo hogar, era una gata joven, de 1 año según le dijo el veterinario, estaba en excelentes condiciones porque había sido dad en adopción por una señora que su gata le había parido 6 cachorritos y no los podía mantener; Ging era la última que quedaba de esa camada y con mucho placer agradeció el gesto de Carolina. Olió todo lo que pudo y recorrió con su patas, que hacían parecer que usaba zapatos porque eran todas blancas en contraste con la negrura de su espalda y costados, todos los rincones del apartamento, con esa gracia felina que distingue a los gatos y esa elegancia de pedir las cosas y ser impertinentes en el momento adecuado; al oír la apertura de la bolsa de comida corrió a la cocina y emitió un leve maullido indicando que tenía hambre, Carolina improvisó un plato de comida para ella con un freesbe que no usaba, y sirvio las pepitas.
- Mañana te comprare tus implementos para que puedas vivir aquí como una reina, serás mi Garfield personal, además de ser mujer claro - Carolina se reía y hablaba con Ging mientras la observaba comer.
Esa noche Carolina hablo hasta altas horas de la noche con su nueva amiga, le conto su historia personal, sus exitos y fracasos, jugó con ella y noto la gran flexibilidad de Ging mientras perseguía una cinta de tela que su nueva dueña tenía en la cama, hasta la madrugada Carolina disfrutó conversar con el atento animalito, y es que Ging la observo durante todo ese tiempo escuchando cada palabra y mirandola fijamente tan solo como los gatos pueden hacerlo, debido a que viven en otro plano dimensional al cual los humanos no podemos entrar pero que nos parece placentero y muy relajado. Carolina se sintió como si le hubieran quitado miles de kilos de encima, y percibió por primera vez que todo iba a estar bien, Ging nunca la trataría mal, nunca se molestaría con ella y nunca la abandonaría, entendió que aunque su gata no hablaba como Garfield ella podía percibir que Ging escuchaba y entendía todo lo que le decía y que en el futuro cuando volviera a enamorarse debía incluir en sus planes a la nueva parte de su vida.
Carolina y Ging durmieron placidamente esa noche, y con el ronroneo que sentía en su cuerpo se relajó y entendió que aunque los gatos no hablen en la vida real, nos hacen mucho bien.
Jefferson.

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