lunes, febrero 01, 2010

CALEIDOSCOPIO CRIOLLO


Vamos a tratar de meter a Venezuela en una cuartilla. Cada uno de nosotros debería escribir sobre éste país, como si se escribiera una carta de amor. Dulces, amargos, agridulces o salados, serán los sentimientos que queden reflejados en nuestra declaración. Y es que escribir sobre la tierra de Bolívar no es fácil, y menos para un nativo. Conocemos sus virtudes, necesidades y defectos, y en parte, esas son las razones por las que para un venezolano no resulta sencillo amar el lugar donde nació. Quizás sea una opinión muy personal, pero el día en que yo vea un patriotismo libre de las manchas del fanatismo y de teorías políticas retrogradas, creeré que cada uno de los 28 millones de habitantes que tiene este país, se levanta todas las mañanas pensando en sacar adelante a nuestra nación.

¡Qué bueno sabe el café de Starbucks y las hamburguesas de queso en la Cheese Cake Factory! Estados Unidos es el país de los sueños enormes. Hermosos son los paramos de Irlanda y, el misticismo de las arenas de Egipto, nos introducen a las historias de Sherezade. Los chinos con su gran muralla o los australianos con sus canguros. También los argentinos con la pampa, y aquí abajito, los brasileros con sus bellas garotas. Iconos culturales que nos maravillan, cuando aprendemos que desde Maiquetía se abren las puertas del mundo. Claro, eso si logramos sortear las vicisitudes que nos coloca Cadivi, el Saime y la inflación criolla. Como dije, es difícil querer a Venezuela. Aunque las arepas de queso e’ mano, la pelúa, la Reina Pepiada y la de Dominó en el mercado de Quinta Crespo sepan a gloria. Que el “negrito” que me tomo en la lunchería de Don Alberto todas las mañanas, no le envidie nada al frapuccino. O que el Salto Ángel, los tepuyes, los medanos, la Isla, los Roques, la Gran Sabana, Canaima y otras glorias naturales con el sello “Made in Venezuela” sean nuestro gran orgullo. Qué difícil es querer a Venezuela.

¿Por qué? Será la inseguridad, la falta de bienestar social, que no terminamos de salir de nuestra ignorancia o el hecho de que somos unos picaros que nos gusta la papita pelada. De ser así, entonces no odiamos esta tierra, lo que nos produce dolor de tripa son sus habitantes. Una parte de la sociedad venezolana que hace de ancla en un barco que alzó todas sus velas y quiere salir de puerto, hacia la evolución. Venezuela no es mala, sólo que está mal arreglada. No sé donde escuche una vez, que nuestro país si fuese humano, estaría en sus 30. Sería una mujer trigueña, voluptuosa y chicharachera. Con una gran labia, apoyada en una fortuna que se sacó recientemente de la lotería petrolera. Es complicado luchar contra los jeques, caballeros y hombres de negocios que inunda el mapa global, teniendo esta apariencia. Sin embargo, no hace mucho, Venezuela en sus 20, era una señorita dispuesta a luchar. Seguimos entonces coleccionando historias, de lo que nos cuesta querer a nuestro país. Aparecen nuevos actores dentro de la obra, conocemos las caras del terrorismo, fanatismo, populismo y, por qué no, comunismo. Antes lo que significaba trabajo y más trabajo, para mantener tu libertad. Ahora apunta a la construcción de una Utopía que estuvo enterrada por mucho tiempo. Años y años de resentimiento social se fueron acumulando bajo las sabanas, dentro de las nieves perpetuas de los Andes y entre el delta del Orinoco, para explotar en una mal llamada revolución.

Todavía se me cala entre los huesos la sensación de caminar en la medianoche sin sentir miedo. Comprendo que cuando cruzo mi aduana, y vuelvo a mi realidad, se activa el radar del instinto. Las campanas de la supervivencia se sacuden el polvo para estar alertas. Nuestro ADN nos ha convertido en personas carentes de helio, debido a que no subimos a las nubes para perseguir nuestros sueños criollos. La decepción y el coraje son conceptos muy diferentes en venezolano. Un amigo me recomendó que escribiera cosas más positivas, y saben qué, tiene razón. Vivir en los anaqueles de la realidad nos convierte en personas deshumanizadas, que preferimos ver el show antes de salir a la ayuda de una persona que está en problemas. Es nuestro pellejo y lo demás no vale nada. Acaso no se han preguntado por que la situación en la estamos hoy en día no se ha resuelto drásticamente.

¿No tenemos bolas? ¿Somos unos cobardes? En parte sí, pero principalmente porque preferimos comer mierda, antes de no comer nada. De tomar caña piche antes de conformarnos con una vaso de agua. Nuestro individualismo es el mayor defecto. Es así que cojemos nuestras maletas y volamos hacía una nueva vida. ¿Por qué luchas cuándo nadie lo hace? Cuando una sociedad se hace esa pregunta, es porque el trabajo en equipo no existe, no existe el patriotismo, no existe el cariño a las raíces, lo único que importa es asegurar un futuro próspero, dentro de los términos en los que fui criado. Nuestra conciencia social no se levantará de la noche a la mañana.

Sí existe solución, si puede haber un proyecto de país, pero todo dependerá de la disposición de nuestro cariño. Amar a Venezuela, como a nuestra madre, no está en los planes de la mayoría de la juventud, y cuando una generación se salta ese paso, los tiempos de espera se alargan. Hay que prender la chispa, hay que botar esa venda que nos cubre los ojos, reconocer que hemos tenido el premio en la palma de nuestras manos y lo hemos dejado ir. Así podremos recuperar las riendas. No quieres tirar piedras o tragar humo, muy bien, para eso están tus compatriotas. Pero no te quedes sin hacer nada, participa dentro de tu entorno familiar, comunal y laboral, lucha por romper las barreras que nos dejó el pasado y nos deja el presente. Venezuela es una mujer de alto mantenimiento, pero con gratificaciones que duran para siempre, así que a ponernos las pilas.

Mis palabras podrán ser arena entre los dedos. Pero mientras tenga la voluntad de escribir y hablar en voz alta, no me sentiré derrotado. Si eso llegase a suceder, guárdenme un espacio por Egipto.

Jefferson.

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