domingo, enero 17, 2010

AMOR


Recientemente leí "El puente hacia el infinito" de Richard Bach. Se me ocurrió esta carta.
Yo te amo, pero eso ya lo sabes ¿verdad? Por lo qué sobran las palabras para describir el sentimiento. Siempre pensé que mantener una relación es como cumplir un contrato. Se te asigna una lista de obligaciones, las cuales debes cumplir al pie de la letra para obtener una gratificación en el tiempo estipulado. Cobrando bonos por el romance y las buenas decisiones. Que tonto fui, al parecer la vida no es escasa de ironías, transformando nuestro cerebro en un corazón.
Siniestra esa imagen, ¿no te parece? Esa representación de que el amor está guiado por el órgano que hace correr nuestra sangre. Ahora entiendo cuando dicen que puede matar. Una coronaria no es la mejor manera de terminar la historia de los dos. Todavía recuerdo las primeras palabras, los encuentros fortuitos y las declaraciones disfrazadas de jugarretas, que dan inicio al cortejo. Todo es muy agradable los primeros días, meses y quizás años, pero la cotidianeidad siempre tienes sus medios para alcanzarnos. ¿Podremos entonces abatir las puertas que cerramos? No lo niego, la química estuvo presente, tanto física como mental, logramos no aburrirnos mutuamente y salir al rodeo del mal llamado amor. ¿Por qué digo “mal llamado”? Porque lo que no se acuerdan de decirnos los poetas, trovadores, escritores rosa y los supuestos profesionales de la felicidad, es que lo que más nos alegra, es lo que más nos hace daño.
Como animales de costumbre nos cuesta aprender, es por eso, que si bien no sabemos estar solos, no comprendemos que lo malo no debería sernos tan atractivo. Ahora, asumir responsabilidades del malfuncionamiento de nuestra carrera juntos, es un primer paso a la victoria deseada. Aceptar que el amor es un juego de ajedrez, donde no es cuestión de matar al Rey, sino quedar tablas. Para así demostrar, que ninguno de los dos es un idiota, y que estamos comprometidos a llegar a campo neutro, porque pasamos años y años tratando de figurar como salir adelante ante las adversidades. Pero, haz una pregunta al espejo ¿me gusta? ¿en realidad me gusta? ¿vale la pena la aventura? ¿me conozco lo suficiente como para aceptar este amor? Autoconocimiento puede ser una herramienta muy poderosa. ¡Maldición! Odio cuando la literatura de autoayuda tiene la razón, siento que me estuviera aconsejando Paolo Coelho. Eso sí es pavoso.
Para evitar esos entuertos me vuelco a la poesía. ¡Alerta! ¡Alerta! Se aproxima la cursilería. ¿Por qué? Porque una sociedad tan deshumanizada como la nuestra nos obliga a creer que tragarnos las penas, es la mejor manera para construirnos una piel de cuero. ¡Al diablo con eso! Puedo ser coño e’ madre, y todavía reconocer que no haya funcionado nuestra relación me produjo muchas lágrimas. Octavio Paz, Walt Whitman y Neruda son mis mejores amigos. Unas cuantas copas me hacen recordar el documento que firme contigo, un documento tácito desde el primer beso, desde la primera vez que confesamos amarnos, desde la primera vez que nos amamos, desde aquel umbral donde saltamos a un vacío desconocido. Tan sólo para caer en un suelo frío. Es nuestra condición humana, y los religiosos deberían agregar que son bienaventurados los que conocen al amor y logran mantenerlo. Porque solo Dios sabe que es muy difícil lograrlo. Desde aquí te confieso que le temo a la soledad, desde aquí te confieso que costará un mundo olvidarte, pero también, desde aquí, te confieso que ahora más que nunca he empezado a comprender que las cosas no se planifican, nunca se debe hacer negocios por adelantado con el corazón. El amor es espontáneo, porque únicamente desde ese lugar puede ser sincero.
Son muchas personas las que conocen esta situación. Reyes, Presidentes, Diputados y estoy seguro que hasta los extraterrestres coincidirán en que una cuartilla y media no alcanza para resumir la dolorosa derrota del desamor. Pero que bien se siente hacer catarsis frente al teclado, derramar en un espacio en blanco toda la frustración. Y desde esas oraciones, sacar la energía para tratar de salvarlo o empezar un nuevo rumbo. No me importa el estilo, no me importa tu belleza, no me importa el placer carnal; lo único que respeto y valoro, es que en determinados momentos que estuvimos juntos, ambos trabajamos por ser mejores personas. Por progresar, por querer un enorme éxito, por querer llegar al máximo nivel de novela rosa y tener una verdadera felicidad. Por atrevernos a escalar el Everest, saltar en caída libre y reconocer que a veces lo más extremo, es revelar que no se puede vivir sin tu compañía.
Seamos felices entonces, separados, pero felices al fin.
Jefferson Diaz.

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