viernes, abril 08, 2011

Olvido


Seis horas pasaron desde que volvió del aeropuerto. A pesar de destilar sudor en la frente, no había notado el intenso calor que inundaba las paredes de su cuarto. Sólo el silbido de los zancudos lo trajo de vuelta al presente, inmerso en sus recuerdos, nunca se imaginó este momento. Aún tenía las llaves del carro en la mano, los mismos zapatos deportivos y los lentes empañados por la sauna que envolvía la bruma de sus pensamientos. Sin pensarlo, salió de nuevo a la calle, a lidiar con la monotonía de una rutina que lo controlaba. Caracas, a la 1 de la mañana, es una ciudad diferente. Despiertan los seres que dan vida al lado oscuro de una urbe, que hace tiempo quedó suspendida en la evolución. Así como Dante bajó al infierno, las madrugadas caraqueñas ofrecen un panorama de la realidad venezolana. Entonces, a través de los semáforos y avenidas, nuestro personaje dejó volar la imaginación, y presionó el pedal del acelerador hasta quedar suspendido en la carretera de los sueños inconclusos. Maldecía a la cultura de la insatisfacción que estamos acostumbrados, y luchaba por no tomar el primer avión que lo llevará a su felicidad perdida. Por mucho tiempo guardó las ganas de estampar un beso, de abrazar sin ataduras y decir sin prejuicios: te amo. Pero el orgullo y la rebeldía nunca van de la mano; y por eso la realidad es la única salida. Unos cinco trabajadores del aseo se arremolinaban ante una montaña de basura. Esos desperdicios de los vivos, que tratan de quedar olvidados por la tarde, y resurgen en la mañana. Fumaban un cigarro, mientras ojeaban una revista pornográfica que algún niño –o no tan niño- había botado para evitar la charla moral de sus padres. Absorto ante una cruda revelación, se sintió vivir en La Bonanza, vertedero de los sueños de miles de personas y rodeado por zamuros dispuestos a hundirlo más en la depresión. ¿Por qué? ¿Por qué tuviste que callar lo que sentías y dejarte llevar por lo políticamente correcto? No te produjo ningún resultado, y ahora como un idiota, tratas de borrar la memoria a punta de alcohol y velocidad. Porque sí, en la capital se consigue alcohol a cualquier hora. Nuestra ciudad no puede huir de la rutina que invade a todo el país. Capitolio, Baralt, El Paraiso, autopista y hacia el Este. Mientras, deja que pasen los chiquillos que arriesgan sus vidas al convertir el asfalto local en circuitos de fórmula uno. Porque la adrenalina de tener una máquina de una tonelada y muchos caballos de fuerza, en la palma de tu mano, te hace sentir el hombre con el pene más grande del universo. ¡Malditos imbéciles! Al salir, ojea como las calles se llenan de personajes sin nombre. Muchos buscando una nueva victima, y otros, el vicio de un polvo blanco que envuelve a la luna. Así, el conductor está decidido a dejar un lado la resignación e ir directo a la acción. Olvidar, de una vez por todas, esa oportunidad que dejo escapar. Comprender que la vida es más que un juego de azar. Así se lo dijo la prostituta que se detuvo a su lado para pedirle un cigarro. Nunca es buena idea parar ante el rojo del semáforo en una ciudad tan caótica. Sin embargo, no tuvo miedo y otorgó el placer a la mujer que sin tapujos, maneja al sexo como ganancia. Porque somos así de básicos, y elementales. Los seres humanos vivimos a base de necesidades tan primordiales, que no caemos en cuenta. Por eso, tratamos de buscar interioridades a un vacío que siempre está presente. Entonces ante el amor que se va, que llega o nunca fue. Son pocas las opciones de consuelo, sólo entender que como una necesidad, se puede satisfacer. No hay que ponerle alas al carro, ni comprar un boleto, la respuesta está en manejar el sube y baja de nuestros deseos. Salía el sol por el Ávila, y tal cuál cuadro de Cabré, observó a una ciudad que lo saludaba y también le daba la espalda. Jefferson Díaz

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