sábado, septiembre 18, 2010

Carta a la Soledad



Saludos,

teníamos tiempo sin hablar, sin embargo, creo que es hora de aclarar algunos puntos porque no aguanto más. Esta carta será una mezcla entre: déjame reír para no llorar, y análisis a profundidad de por qué me sigues fastidiando la vida. La unión de Graterolacho y Freud. Tus constantes cambios de humor me tienen verde, además me están dejando calvo. Tanto, que estoy seguro qué cuando entre al templo, los monjes tibetanos no tendrán necesidad de mandarme a afeitar la cabeza. Desde que montaste franquicia en mi habitación, este negocio no está resultando. Tú obtienes ganancias con altos intereses, mientras yo me tengo que conformar con los Bonos del Sur. ¡Tú si eres cara dura vale!

Empecemos entonces, a enumerar eso que no me pasa del cogote. Primero, tienes que dejarme dormir. Es en serio. Creo que no tengo una noche libre de ti, desde bachillerato. No podemos seguir en estas. Muy pronto tendré que optar por darme con un bate en el coco para conciliar el sueño, la “solución de los dibujos animados” le llamo. Porque yo seré el conejo que saca de la almohada la mandarria, para después ver los pajaritos volando. Ya de nada sirve contar ovejitas, la leche tibia (sabes lo mucho que detesto eso) y los ejercicios de respiración. Al carajo se fueron los calmantes y lanzarme dos horas observando el canal del estado. Ninguna de esas opciones me lleva a los brazos de Morfeo. Tengo que escucharte bailando salsa en mi cerebro, y tus insaciables borracheras cuando sales con el corazón roto. De pana chama, ya está buena la vaina. Pienso que debes empezar recogiendo tus mancudales, e ir buscando otros ambientes de negociación.

Lo otro, deja los prejuicios y el saboteo. Lo sé, lo sé, no soy ningún adonis bajado del monte Olimpo. Mis ascendencias orientales y de la mitad del mundo se han marcado en mi rostro. Pero déjame decirte, como te lo he repetido miles de veces, que estoy muy orgulloso de eso. Así que no pienso gastar ni medio, escúchame bien, ni medio, en gimnasios, dietas, proteínas levanta músculos o cualquier otro aparato que te infla el ego pero te empequeñece la hombría. Ahora bien, por cuestiones de salud, puedo aceptar tu insistencia y disminuir los consumos de arepas durante las noches. No dejar que los controles del Nintendo lleven polvo, y así sea en el mundo virtual, lanzarme unas partidas a lo Nadal o Federer. Podré soltar algunos kilitos, en especial del parachoques trasero, pero no esperes que protagonice una película de acción. Me tienes harto que en cada intento de acompañar al amor, me vengas a cagar la jaula, con algún personaje disfrazado de artista, romance perdido, segunda oportunidad, arrejunte, cambio de opinión o negativismo. Todas esas utopías de hombre perfecto. No pana, a mi me gustan los retos y no me atraen las mujeres brutas. Así que por favor dame algo de chance y no seas lamparita en cada intento de relación que este pobre cristiano intente.

Debes parar con el guayabo, es justo y necesario. Esa melancolía se refleja en nosotros, y como se ve que no tienes ninguna intención de dejarme tranquilo por un buen tiempo. Al menos podemos disimular ¿No te parece? Lee historia de Venezuela y agarra consejo. Haremos como hacían las mantuanas: “los trapos sucios se lavan en la casa” No me importa si te gustan las mujeres de pelo negro, con ojos ámbar y una sonrisa capaz de detener el tránsito. ¡Basta! No está funcionando de esa manera, y permíteme decir la razón: te esfuerzas demasiado. Por estar moqueando las sabanas, dejaste pasar algunas buenas oportunidades, y ahora estamos en un embrollo que tomará tiempo emendar. Es por eso que te recomiendo que corras o te encarames, porque este negrito no pretende seguir siendo tu portaviones. Ni que fuera Chávez. Tu solita debes sacar fuerzas de donde no las hay para ponerle punto final a tanta intensidad. De lo contrario te recomiendo que busques a otro que se cale tus malcriadeces.

Conoces a mi familia, sabes como es el maní en esta casa. Una madre que crió a un caballero y está en proceso con el otro. Es por eso que no permitiré que cambies mi personalidad. Por muchas metidas de pata que, admito, hemos causado juntos. No cambiaré mi forma de ser. La amargura es una de tus amiguitas que se pasea de vez en cuando por estos alrededores. Pues no la quiero ver más, ya de por si tengo que soportarte a ti, no me vengas a meter otro payaso en el escarabajo. Soy un romántico empedernido chica, un hombre que está convencido que la poesía todavía conquista, que una mirada puede más que un roce y que los ramos de flores sin sentimiento, son sólo plantas que arrancaron de la tierra. Más vale una sola rosa, con actitud, que un grupo de pistilos muriendo en la nevera. No me nace ser grosero, obtuso e infantil, aunque sé que en varias ocasiones me has impulsado a eso. Sin embargo me planto firme y te digo que no permitiré que me cambies la tarjeta madre. Seguiré dando tumbos en la oscuridad, pero seré fiel a mis principios.

Para rematar eres una viciosa. Me dejaste el sabor de los cigarros, las pinturas en la piel y el traguito de ron durante las madrugadas. Eso no se hace vale. No sabes que los estudiantes y personas trabajadoras mueren por complacer sus vicios. Te encanta encerrarte con la noche para calmar las ansías de mandarlo todo al carajo, de dejar de creer que todo estará bien. Entonces me haces levantarme por la mañana, trasnochado, buscando esas migajas de cariño. No, hay que dejar de ser conformistas y darnos nuestro lugar. Si bien, el placer fácil se siente como la felicidad eterna. Sólo es una cortina de humo frente a la posibilidad de afrontar tus problemas. Perfecto, ya nos montamos en este barco y los placeres culposos se han arraigado, pero hay fuerza de voluntad carajo. Ha disminuir esos consumos de culpabilidad y dejadez, para cambiarlos por muchas sonrisas y reuniones con los amigos. Claro, el licor correrá. ¿Quién puede llevarle la contraria a Baco? Pero con responsabilidad, como dice el hombre de líneas amarillas, sombrero de copa y que camina sobre un mundo negro.

Te agradezco la realidad que has puesto en mi camino. De lo contrario, hubiera sido difícil entender que las horas pasan mientras seguimos postrados en un espacio. Qué debemos romper las fronteras, fortalecer al corazón y perseguir el éxito. Qué la vastedad del ser humano llega al 1%, dependerá de nosotros obtener el 99% restante. Qué a los 23 años el mundo no se acaba, pero que tampoco se detiene ante tus estupideces. Muchas gracias soledad, has sido una maestra silente en esta universidad de la vida, pero es hora de hacer las pases y dejarme avanzar. Porque no dejaré que me repruebes en el examen de mi paz.

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