lunes, septiembre 15, 2008

Dasvidania


Siempre he tratado de no colocar imágenes de personeros políticos en este blog. Primero porque me parece de mal karma ver a una persona que, muchas veces, genera altos dolores de cabeza y segundo, creo que los blogs deben ser sesiones terapéuticas de escritura y no lugares donde descargamos frustaciones mal sanas, para eso vamos y golpeamos una almohada. Ahora bien, ustedes dirán: "coño pero me dices que no te gusta hacerlo, y lo haces", entiendo su inquietud y sus ganas de mandarme al carajo, pero no me podía referir al tema sin colocar a las dos piezas fundamentales en este tablero de ajedrez en que se ha convertido las relaciones entre Rusia y nuestra tierra de arepas y mujeres bellas: Venezuela.
En mi casa hay un diccionario Ruso/Español. Sí, en mi biblioteca tengo uno de esos; no me acordaba que estaba allí, debe ser porque lo compre hace cinco años cuando me obsesioné en ver la película: La Caza del Octubre Rojo. En esta historia, clásica de su autor Tom Clancy, narra las vicisitudes que pasa el cápitan de un submarino ruso cuando decide desertar de su madre patria, buscando la ayuda de los gringos para retirarse en paz y pescar en las costas de Maine. En una de las escenas de la película ocurre un dialecto en ruso muy interesante entre los miembros de la tripulación rusa; uno de los desertores planea fingir una emergencia en el reactor nuclear de la nave para echar a aguas a toda la tripulación y así fingir ante Rusia que el submarino se hundió y darle la perfecta oportunidad a los militares norteamericanos para tomar acciones y captar a los desertores. Allí, el técnico nuclear y según traducción de los productores indica: "espero que todo salga bien porque si no todos estaremos diciendo dasvidania". Desde allí me interesé por dicho idioma, sonará un poco absurda la razón, pero es que la película es muy buena.
Dasvidania, según mi diccionario olvidado y ahora rescatado, es una forma de decir: Hasta luego o Adiós; es lo que dicen los jóvenes rusos cuando se despiden de sus madres para ir al colegio o lo que gritaban los soldados rusos a los soldados georgianos cuando decidieron invadir su país. Es un idioma seco y frío, como el país donde se habla; para articularlo tienes que echarte un palo de Vodka y leerte a Tolstói para agarrarle la vuelta a la grámatica. Pero, basta de clases de idiomas, el punto es que, más allá de las coincidencias obvias que puede tener un ser humano de Caracas con uno de Moscú, Venezuela y Rusia están muy lejos. Muy lejos geográficamente, muy lejos culturalmente, muy lejos militarmente y muy lejos climáticamente (si es que se puede decir así). ¡Ahh!, pero es que no contabamos con un llanero presidente, que cree que el mundo es una finca y que debe arrear al ganado global a su favor, ojalá la política internacional fuese tan fácil.
Rusia antes era uno de los grandes imperios mundiales, solidificado después de la segunda guerra mundial y fuertemente golpeado con la Perestroika, ha logrado unirse a la globalización de este siglo XXI poco a poco, a causa de un gobierno que no deja cabos sueltos; cuya filosofía de acción está basada en el panfleto aplicado por un ex agente de la KGB y que gobernó el país por ocho años: Vladimir Putin. Con grandes inversiones a nivel mundial para captar materia prima, la ex Unión Sóvietica no iba a apartarse de la chequera criolla que, muy bien compra conciencias con el petróleo y fácilidades de explotar nuestros recursos a cambio de apoyo ideólogico y unos cuantos aviones supersónicos. Eso sí, Chavez y Putín tienen algo en común, no soportan a los Estados Unidos, solo que uno de ellos sabe demostrar su viceralismo en un nivel desarrollado y el otro grita a los cuatro vientos: "Vayanse a la mierda pitiyankis", pan y circo señores, pan y circo.
Por allí se dice que Rusia quiere ocasionar otra guerra fría, que Venezuela será otra Cuba en donde alguna vez se guardaron misiles made in moscow. Lo cierto es, que yo espero que nuestro muy inusual gobierno sepa lo que está haciendo; porque más allá de jodernos la vida a nosotros con un paquetazo, con juventudes socialistas y maletinazos, involucrarnos en un conflicto sin sentido con la principal potencia del mundo, eso sí es una soberana metida de pata. Y peor es que nos dejemos usar por los rusos como chivos expiatorios. Mientras tanto, yo me sigo leyendo mi diccionario Ruso/Español, por si acaso y ahora en las Universidades se exiga que se hable este idioma. Sería el colmo.
Jefferson.

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