Diez años
Podría empezar diciendo que la amistad, según el diccionario de la Real Academia Española, es: “un afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato” Sin embargo, nunca me ha gustado ser alguien con definiciones cuadradas, y lo que no sé, me lo invento. Es por eso qué, después de pasar 14 días como un extranjero en mi ciudad, fue gratificante reencontrarse con la familia. Con esa familia que uno escoge, que se cultiva con el pasar de los días, y que a pesar de esos tiempos a distancia, se mantiene unida.
Empecemos las matemáticas entonces, contemos del uno al diez, y que cada uno de esos números nos recuerde los años vividos, las experiencias acumuladas, las peleas, los amores correspondidos, y los no correspondidos también. Dejemos por un momento las obligaciones que nos da la madurez, y hagamos una remembranza de nuestras elecciones. De por qué decidimos ser amigos. Sonará un poco cursi y sacado de novela rosa, pero las emociones funcionan de esa manera, nos guste o no. Y es que más allá de los nuevos escenarios, y los conocimientos adquiridos, las bases fundamentales de nuestro desarrollo social las construimos juntos. Con las fiestas, las reuniones, los apretones de mano, los abrazos, las felicitaciones y los insultos; conformamos un grupo de ensayo y error para salir al ruedo del mundo. Ahora, nos sentamos relajados, alrededor de una mesa, a jugar póquer (recién aprendimos) mirando nuestras caras y reconociendo nuestros éxitos, errores y posibles futuros. La confianza es algo que da asco, pero es una herramienta útil para mantener las vigas de este edificio en el que todos vivimos.
Aún recuerdo a las recién llegadas (lo digo con mucho cariño) a este círculo donde ya unos cuantos se conocen desde edad preescolar. Como se formo un trío de niñas, que pasaron a ser adolescentes, y ahora son hermosas mujeres. De cómo los niños, pasamos a la inmadurez, continuamos por ese camino un buen rato y ahora nos proponemos metas y caminos al altar. De cómo este grupo ha crecido, ha disminuido y ha vuelto ha crecer. Quizá no en cantidad, sino en calidad. Nuestras tradiciones se han vuelto parte de nuestras vidas, y a estas alturas podemos decir que las navidades siempre serán un punto de reencuentro, un punto de salida para recordar los años en el colegio ubicado en la avenida Fuerzas Armadas, de las aventuras universitarias y del aprendizaje que nos dejaron nuevas personas y otras fronteras.
Son diez años. Una década donde todos nos conocimos. Y donde se nos dijo que aún falta mucho camino por recorrer. Porque es una verdad científica, que uno nunca termina de conocer a las personas. ¡Qué lo diga Freud! Sin embargo, estoy seguro de algo: en las buenas, en las malas, en las maduras, en las verdes, en los momentos de alegría y tristeza. Siempre seremos pilares de apoyo. Lo digo con total responsabilidad y credibilidad, entre nosotros hay un camino seguro. Por eso, dejemos a un lado las penas y las falsas modestias. Reconoceremos tus logros, y te apoyaremos en tus caídas. Somos una casa que puede pasar meses vacía, pero siempre abrirá sus puertas para recibir a los que ayudaron a construirla. A los amigos pródigos, que se imprimieron en los corazones (jajajaja ¿cómo te quedó el ojo Stephenie Meyer?)
Es así que entre consultorios odontológicos, compañías de recursos humanos, sets de producción, puertos marítimos, libros de ingeniería, planos de arquitectura y frente a este computador con una página en blanco, se recordará a los panas. Se harán las preguntas obvias: ¿quién se casará primero? ¿quién tendrá hijos primero? ¿se quedará en el país? ¿estarán bien? Interrogantes que se pueden resolver levantando el teléfono. Reportando la situación, trabajando como un pelotón que lucha por mantener los momentos de joda, de felicidad y de crecimiento. Admiro sus destrezas, sus ganas de echarle un camión a la vida, y por sobre todo le agradezco a Dios y a sus semejantes, que me los haya puesto en mi camino. ¡Salud y prosperidad para todos! Se les quiere.
Empecemos las matemáticas entonces, contemos del uno al diez, y que cada uno de esos números nos recuerde los años vividos, las experiencias acumuladas, las peleas, los amores correspondidos, y los no correspondidos también. Dejemos por un momento las obligaciones que nos da la madurez, y hagamos una remembranza de nuestras elecciones. De por qué decidimos ser amigos. Sonará un poco cursi y sacado de novela rosa, pero las emociones funcionan de esa manera, nos guste o no. Y es que más allá de los nuevos escenarios, y los conocimientos adquiridos, las bases fundamentales de nuestro desarrollo social las construimos juntos. Con las fiestas, las reuniones, los apretones de mano, los abrazos, las felicitaciones y los insultos; conformamos un grupo de ensayo y error para salir al ruedo del mundo. Ahora, nos sentamos relajados, alrededor de una mesa, a jugar póquer (recién aprendimos) mirando nuestras caras y reconociendo nuestros éxitos, errores y posibles futuros. La confianza es algo que da asco, pero es una herramienta útil para mantener las vigas de este edificio en el que todos vivimos.
Aún recuerdo a las recién llegadas (lo digo con mucho cariño) a este círculo donde ya unos cuantos se conocen desde edad preescolar. Como se formo un trío de niñas, que pasaron a ser adolescentes, y ahora son hermosas mujeres. De cómo los niños, pasamos a la inmadurez, continuamos por ese camino un buen rato y ahora nos proponemos metas y caminos al altar. De cómo este grupo ha crecido, ha disminuido y ha vuelto ha crecer. Quizá no en cantidad, sino en calidad. Nuestras tradiciones se han vuelto parte de nuestras vidas, y a estas alturas podemos decir que las navidades siempre serán un punto de reencuentro, un punto de salida para recordar los años en el colegio ubicado en la avenida Fuerzas Armadas, de las aventuras universitarias y del aprendizaje que nos dejaron nuevas personas y otras fronteras.
Son diez años. Una década donde todos nos conocimos. Y donde se nos dijo que aún falta mucho camino por recorrer. Porque es una verdad científica, que uno nunca termina de conocer a las personas. ¡Qué lo diga Freud! Sin embargo, estoy seguro de algo: en las buenas, en las malas, en las maduras, en las verdes, en los momentos de alegría y tristeza. Siempre seremos pilares de apoyo. Lo digo con total responsabilidad y credibilidad, entre nosotros hay un camino seguro. Por eso, dejemos a un lado las penas y las falsas modestias. Reconoceremos tus logros, y te apoyaremos en tus caídas. Somos una casa que puede pasar meses vacía, pero siempre abrirá sus puertas para recibir a los que ayudaron a construirla. A los amigos pródigos, que se imprimieron en los corazones (jajajaja ¿cómo te quedó el ojo Stephenie Meyer?)
Es así que entre consultorios odontológicos, compañías de recursos humanos, sets de producción, puertos marítimos, libros de ingeniería, planos de arquitectura y frente a este computador con una página en blanco, se recordará a los panas. Se harán las preguntas obvias: ¿quién se casará primero? ¿quién tendrá hijos primero? ¿se quedará en el país? ¿estarán bien? Interrogantes que se pueden resolver levantando el teléfono. Reportando la situación, trabajando como un pelotón que lucha por mantener los momentos de joda, de felicidad y de crecimiento. Admiro sus destrezas, sus ganas de echarle un camión a la vida, y por sobre todo le agradezco a Dios y a sus semejantes, que me los haya puesto en mi camino. ¡Salud y prosperidad para todos! Se les quiere.
1 comentario:
GUUUUUAO ME ENCANTA COMO ESCRIBES, ME INSPIRAS
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