INICIO DE SEMANA
La noche del domingo y los días lunes siempre me han parecido momentos de tristeza. Ocasión en la que nos damos cuenta que nuestra vida ha caído en el establecimiento de lo predeterminado, qué ya no somos dueños de nuestro destino sino que lo legamos a la actividad que nos da de comer. ¿Qué haré esta semana? ¿Tendré chance de realizar tal diligencia? ¡Espero que el tráfico no me quite muchas horas! ¿Qué voy hacer el próximo fin de semana? Preguntas que ponen a trabajar nuestro cerebro a velocidades de “computadora”, mientras abrimos ventana por ventana para acomodar nuestra agenda. No tengo nada en contra de las responsabilidades, una persona que asume sus obligaciones tiene más oportunidades de lograr el éxito, que otros que van por la vida con los brazos abiertos esperando que los reciban con alfombra roja. Sin embargo, el final de una semana y el comienzo de otra, es el momento perfecto para hacer una retrospectiva de nuestro logros, y si no estamos dispuesto a enfrentarnos con esa realidad, quedaremos sorprendidos con lo que descubrimos.
Una de las ventajas de no tener estacionamiento en mi edificio y tener que guardar el carro antes de las 10:30 pm en otro lugar, es que me da horas de camino. ¿Horas de camino? Sí, un momento en el que me pierdo entre los cambios de primera a segunda, y de segunda a tercera, mientras observo los alrededores de una ciudad que poco a poco he dejado de reconocer. Organizo mis ideas y trato de que las noches del domingo, no se conviertan en una constante melancolía de las cosas que he dejado de hacer por pura cobardía. O quizás por falta de impulso. Manejar por la noche, me da el chance de poner las cosas en perspectiva. Hay algo en el asfalto y en las luces de los carros que me despeja las neuronas. Todos tenemos nuestros métodos, ¿no creen? Mi cerebro se parte en cuatro, y mientras coordina el pie con el embrague y el acelerador; contabiliza el trabajo de la semana para el periódico; hace una lista de los pendientes en la casa y me recuerda que falta mucho para llegar a mis metas. Me repongo ante un lunes que se pinta como lúgubre y de pocas pulgas. Creo que me parezco a Garfield, quien destruye el despertador y rasguña a todos cuando se levanta los lunes. Espero que no, fuera ridículo.
El punto es que empezar no es fácil. Más aún si lo haces a ciegas. Porque cada fin de semana te deja planes a futuro, pero pocas certezas. A mi parecer. O quizás no estamos acostumbrados a que nos reinicien el CPU, porque 48 horas de no estar sumergidos en el ritmo trepidante que deja la rutina laboral y familiar, logra muchas cosas en nosotros. Nos damos cuenta que nuestro entorno puede ser más cultural, más hogareño, adecuado al desarrollo integral que todo ser humano debería tener. Pero, ¿sería bueno vivir en un constante fin de semana? Supongo que no, la sociedad se iría por el caño. Sin embargo me parece agradable que no tuviéramos que vivir precargados ante un sistema que poco nos consume. Despertarnos una mañana, sin importar que día sea, y vencer nuestras pasiones. Deshacernos de nuestros vicios, y ver las cosas desde una nueva óptica. ¡Hoy salgo con el pelo pintado de verde! No me importa que sea gerente general de la Coca Cola. ¿Por qué? Porque la vida debería ser mucho más que tener que sobrevivir. Desligarnos del peso que nos sigue empujando al fondo del océano, y que nos hace perdernos el ritmo de las olas.
“Pero si, en vuestro miedo, buscáreis solamente la paz y el placer del amor, entonces, es mejor que cubráis vuestra desnudez y os alejéis de sus umbrales.Hacia un mundo sin primaveras donde reiréis, pero no con toda vuestra risa, y lloraréis, pero no con todas vuestras lágrimas”.
Lo anterior es un fragmento del libro “El Profeta” de Khalil Gibrán, recientemente me reencontré con este autor gracias a una amiga, que como pequeñas luciérnagas en el cielo, nos brindan la luz en los momentos necesarios. Al leer la frase, no dejo de preguntarme ¿hasta cuándo vamos a vivir encerrados en nuestros miedos? Esas barreras que no permiten nuestra evolución y son partidarias que, de la noche a la mañana, todo se nos vaya al carajo. Qué nos conformemos con las sobras de un conocimiento que se nos escapó de las manos. Como seres vacíos no buscamos llenar los hoyos con logros palpables.
De repente estoy hablando pistoladas, porque no es mi deseo que nos enfrentemos al cañón de un arma. Créanme, de llegar a pasar eso, yo estaría bastante asustado, para no decir otro término que raye en lo escatológico. Por eso odió la noche de los domingos y los días lunes. Te ponen las cosas sin tapujos, demasiado para mí gusto. Aunque comprendo que es necesario tener los pies en la tierra y vivir de una manera que nos permita salir adelante sin sentir que todos los días nos vamos marchitando. Que el otoño se instaló de manera permanente a nuestro lado y que las mieles del verano duran poco. Es por eso que les deseo un feliz inicio de semana a todos, y sepan que lo predestinado no debe ser la brújula del progreso.
Jefferson.
Una de las ventajas de no tener estacionamiento en mi edificio y tener que guardar el carro antes de las 10:30 pm en otro lugar, es que me da horas de camino. ¿Horas de camino? Sí, un momento en el que me pierdo entre los cambios de primera a segunda, y de segunda a tercera, mientras observo los alrededores de una ciudad que poco a poco he dejado de reconocer. Organizo mis ideas y trato de que las noches del domingo, no se conviertan en una constante melancolía de las cosas que he dejado de hacer por pura cobardía. O quizás por falta de impulso. Manejar por la noche, me da el chance de poner las cosas en perspectiva. Hay algo en el asfalto y en las luces de los carros que me despeja las neuronas. Todos tenemos nuestros métodos, ¿no creen? Mi cerebro se parte en cuatro, y mientras coordina el pie con el embrague y el acelerador; contabiliza el trabajo de la semana para el periódico; hace una lista de los pendientes en la casa y me recuerda que falta mucho para llegar a mis metas. Me repongo ante un lunes que se pinta como lúgubre y de pocas pulgas. Creo que me parezco a Garfield, quien destruye el despertador y rasguña a todos cuando se levanta los lunes. Espero que no, fuera ridículo.
El punto es que empezar no es fácil. Más aún si lo haces a ciegas. Porque cada fin de semana te deja planes a futuro, pero pocas certezas. A mi parecer. O quizás no estamos acostumbrados a que nos reinicien el CPU, porque 48 horas de no estar sumergidos en el ritmo trepidante que deja la rutina laboral y familiar, logra muchas cosas en nosotros. Nos damos cuenta que nuestro entorno puede ser más cultural, más hogareño, adecuado al desarrollo integral que todo ser humano debería tener. Pero, ¿sería bueno vivir en un constante fin de semana? Supongo que no, la sociedad se iría por el caño. Sin embargo me parece agradable que no tuviéramos que vivir precargados ante un sistema que poco nos consume. Despertarnos una mañana, sin importar que día sea, y vencer nuestras pasiones. Deshacernos de nuestros vicios, y ver las cosas desde una nueva óptica. ¡Hoy salgo con el pelo pintado de verde! No me importa que sea gerente general de la Coca Cola. ¿Por qué? Porque la vida debería ser mucho más que tener que sobrevivir. Desligarnos del peso que nos sigue empujando al fondo del océano, y que nos hace perdernos el ritmo de las olas.
“Pero si, en vuestro miedo, buscáreis solamente la paz y el placer del amor, entonces, es mejor que cubráis vuestra desnudez y os alejéis de sus umbrales.Hacia un mundo sin primaveras donde reiréis, pero no con toda vuestra risa, y lloraréis, pero no con todas vuestras lágrimas”.
Lo anterior es un fragmento del libro “El Profeta” de Khalil Gibrán, recientemente me reencontré con este autor gracias a una amiga, que como pequeñas luciérnagas en el cielo, nos brindan la luz en los momentos necesarios. Al leer la frase, no dejo de preguntarme ¿hasta cuándo vamos a vivir encerrados en nuestros miedos? Esas barreras que no permiten nuestra evolución y son partidarias que, de la noche a la mañana, todo se nos vaya al carajo. Qué nos conformemos con las sobras de un conocimiento que se nos escapó de las manos. Como seres vacíos no buscamos llenar los hoyos con logros palpables.
De repente estoy hablando pistoladas, porque no es mi deseo que nos enfrentemos al cañón de un arma. Créanme, de llegar a pasar eso, yo estaría bastante asustado, para no decir otro término que raye en lo escatológico. Por eso odió la noche de los domingos y los días lunes. Te ponen las cosas sin tapujos, demasiado para mí gusto. Aunque comprendo que es necesario tener los pies en la tierra y vivir de una manera que nos permita salir adelante sin sentir que todos los días nos vamos marchitando. Que el otoño se instaló de manera permanente a nuestro lado y que las mieles del verano duran poco. Es por eso que les deseo un feliz inicio de semana a todos, y sepan que lo predestinado no debe ser la brújula del progreso.
Jefferson.
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