Todas las mañanas se levantaba de su profundo sueño para cumplir las labores del día, desde su guarida de cemento pasaba las noches plácidamente luego de una larga jornada de trabajo, es por eso que en cada amanecer reconocía un espacio familiar y acogedor al que llamaba hogar, observando a sus hermanas dormir o levantandose igual que ella para colocar las cosas en marcha; no se preocupaba mucho de su aseo personal debido a que pequeños personajes cada día bien temprano la aceitaban y limpiaban sus escamas compuestas de acero y hacían relucir sus ojos de vidrio. Merman era su nombre los otros individuos con los que ella compartía a diario, en una perfecta relación simbiotica, la habían nombrado así de cariño. Su desayuno componía una mezcla de un liquido aceitoso y una buena dosis de tuercas y tornillos, una dieta rica en hierro y full de proteínas para durar por todo el día. Es entonces que desde el oeste de la ciudad Merman encendía sus motores y empezaba su recorrido diario de aquí para allá en esta ciudad que tanto quería y que desde hace 23 años era amiga.
Merman y sus hermanas no eran autoctonas de la ciudad donde vivían, eran francesas es por eso que cumplían su labor con tanto glamour y a comparación de sus primas hermanas de New York o de Londres, ellas siempre lucían su mejor forma y sus prendas más bonitas, claro que esto no siempre dependía de ellas, lo pequeños seres a los que le confiaban su aseo personal más de una vez las decepcionaban dejandolas llenas de polvo, chillando cada vez que frenaban en una estación, o con escritos en sus escamas que no permitían la respiración fluida de su piel; pero a pesar de todo eran excelentes en sus trabajo y siempre querían mejorar. Todos los días era una rutina, con algun que otro incidente pero siempre al ritmo de la sinfonía que tocaban los clientes y el mundo que sobre ellas vivía.
Esta serpiente ya se ha convertido en parte de nuestras vidas y no debemos dejar que se opaque y se marchite con el tiempo, Merman cree en nosotros y debemos devolverle el mismo favor, ella nos contara con mucho gusto todas sus historias si la permitimos vivir en paz. No la ensuciemos, ni la maltratemos, no vaya a ser que un día se nos arreche y salga de su refugio de cemento y sus tuneles de concreto escupiendo fuego por las boca y clamando venganza por años y años de mal trato e inconformidad por el servicio que ella tan amablemente nos da.
Jefferson.
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