martes, enero 23, 2007


Una serpiente mecánica.

Todas las mañanas se levantaba de su profundo sueño para cumplir las labores del día, desde su guarida de cemento pasaba las noches plácidamente luego de una larga jornada de trabajo, es por eso que en cada amanecer reconocía un espacio familiar y acogedor al que llamaba hogar, observando a sus hermanas dormir o levantandose igual que ella para colocar las cosas en marcha; no se preocupaba mucho de su aseo personal debido a que pequeños personajes cada día bien temprano la aceitaban y limpiaban sus escamas compuestas de acero y hacían relucir sus ojos de vidrio. Merman era su nombre los otros individuos con los que ella compartía a diario, en una perfecta relación simbiotica, la habían nombrado así de cariño. Su desayuno componía una mezcla de un liquido aceitoso y una buena dosis de tuercas y tornillos, una dieta rica en hierro y full de proteínas para durar por todo el día. Es entonces que desde el oeste de la ciudad Merman encendía sus motores y empezaba su recorrido diario de aquí para allá en esta ciudad que tanto quería y que desde hace 23 años era amiga.

Las primeras paradas siempre eran fáciles, y es que a altas horas de la mañana el tráfico de pasajeros no era tan alto, Merman era una de las muchas serpientes que componían el sistema de transporte subterraneo de la ciudad, era un reptil nacido y críado especialmente para eso: su lengua bípeda había sido cambiada por un par de focos que le permitían ver el oscuro mundo en el que se desarrollaba, sus escamas eran de una aleación de acero y aluminio resistente al sol y a la lluvia, sus musculos para movilizarse eran muchas ruedas de hierro que rodaban sobre un camino que Merman no entendía quien lo había colocado ahí pero aún así agradecía su existencia, debido a que odiaba quedarse parado en un lugar por mucho tiempo. Ya a la media mañana la cosa cambiaba, los pasajeros aumentaban en gran cantidad y también el desorden hacía presencia en las estaciones, Merman no entedía porque la gente de la superficie le tenía tan poco aprecio a su trabajo, ella que tan delicadamente habría las pequeñas ventosas que existían entre sus escamas y dejaba que los pequeños individuos la abordaran para llevarlos a sus destinos, tratando siempre de otorgar un servicio de calidad sin muchas complicaciones ni retrasos, pero esto no era percibido por los "no rodantes" que día a día abusaban de ella y de sus hermanas serpientes.
¡Oh! las cosas que había visto Merman en su tiempo de servicio como serpiente mecánica, tenía recuerdos tristes y felices, de frustación y de mucho dolor. Muchos de los individuos a los que ella servía habían decidido más de una vez quitarse la vida en frente de sus narices, y sin poder hacer nada, porque Merman vivía de sus instintos en gran parte, no podía frenar a tiempo y se los tragaba envíandolos a la tierra de nunca regresar. Cada vez que esto pasaba nuestra amiga se sentía muy mal pasando el duelo con mucha lentitud y desesperanza; es por eso que cada vez que nuestra adorada serpiente mecánica se detiene mucho y se vuelve muy lenta es porque esta pasando el luto o la rabia que le ocasionó alguno de los desconsiderados "no rodantes", pero Merman adoraba su trabajo y con la salida de cada nuevo sol, cuando los rayos se reflejaban de su brillante piel ella recuperaba las fuerzas y volvía adentrarse a los tuneles que tanto conocía.

Merman y sus hermanas no eran autoctonas de la ciudad donde vivían, eran francesas es por eso que cumplían su labor con tanto glamour y a comparación de sus primas hermanas de New York o de Londres, ellas siempre lucían su mejor forma y sus prendas más bonitas, claro que esto no siempre dependía de ellas, lo pequeños seres a los que le confiaban su aseo personal más de una vez las decepcionaban dejandolas llenas de polvo, chillando cada vez que frenaban en una estación, o con escritos en sus escamas que no permitían la respiración fluida de su piel; pero a pesar de todo eran excelentes en sus trabajo y siempre querían mejorar. Todos los días era una rutina, con algun que otro incidente pero siempre al ritmo de la sinfonía que tocaban los clientes y el mundo que sobre ellas vivía.

Esta serpiente ya se ha convertido en parte de nuestras vidas y no debemos dejar que se opaque y se marchite con el tiempo, Merman cree en nosotros y debemos devolverle el mismo favor, ella nos contara con mucho gusto todas sus historias si la permitimos vivir en paz. No la ensuciemos, ni la maltratemos, no vaya a ser que un día se nos arreche y salga de su refugio de cemento y sus tuneles de concreto escupiendo fuego por las boca y clamando venganza por años y años de mal trato e inconformidad por el servicio que ella tan amablemente nos da.

Jefferson.

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