Del cubano al mandarín
Frente a mi edificio hay un árbol. No me pregunten que tipo es, sólo sé que en las mañanas las guacamayas se posan sobre sus ramas para comer los frutos, y por las noches, los murciélagos encuentran cobijo. Sí, es un árbol lleno de vida. Sin embargo, hace un tiempo, se mandó una solicitud a la alcaldía del municipio Libertador para que podaran sus ramas. Y es que los bachacos, las hormigas y, a veces, uno que otro invitado no deseado, entran a los apartamentos. Créanme, no es nada bonito escuchar en la madrugada alguien que grita como un energúmeno porque un murciélago revolotea en la lámpara. Fue un simple requerimiento civil, que piden los habitantes de mi edificio. ¿Hace cuánto se hizo la solicitud? Pues vamos para dos años.
Como en el amor, cuando los pequeños detalles no empiezan a fluir, quiere decir que las cosas están muy mal. Así pasa con Venezuela, donde los mínimos requerimientos de sociedad organizada han quedado en el abandono. Dando paso al populismo. Pienso que mi generación –yo nací en 1986- conoce muy bien esas imágenes de políticos besando viejitas y cargando muchachitos. No nos pueden engañar con el mismo mensaje de “conozco al pueblo, porque vengo del pueblo”. Las cosas ahora funcionan de una manera diferente, porque la política se hace a través de la concesión de beneficios que antes se creían imposibles. Tú que no tenías un carro, ahora lo tienes. Usted que quería una casa, el gobierno se la construye. Todos que buscamos un buen empleo, el Estado socialista te lo brinda. Suena muy bonito, ¿verdad? Pero la realidad es distinta. Como Dorian Grey cuando la vendió su alma al diablo, la población venezolana ha caído en una de las trampas más viejas del planeta: “Pan y circo. Pan y circo”.
Son 11 años, que se han solidificado en una expectativa de cambio que no se levantó en 40 años de democracia. Si bien, fuimos uno de los países más sólidos en protección de las libertades primordiales, el crecimiento humano sólo se percibió en un pequeño grupo de clases. Eso hay que admitirlo. Y como buenos latinos, al ver la oportunidad de tener un Moisés que nos mostrara la tierra prometida, saltamos al “éxito”. Ahora estamos a merced de un sátrapa y su cuerda de secuaces, que han convertido a esta tierra en su feudo personal.
Resolución. ¿Sabemos lo que está pasando? Sí, quiero ser optimista y pensar que tenemos conocimiento de lo que pasa. Pero entonces, por qué no hacemos algo por mejorar nuestra tierra. Es sencillo. Los venezolanos sólo nos interesamos por las cosas que nos convienen. No tenemos memoria histórica, y afortunadamente, funcionamos como bloque cuando ocurre una tragedia. Crecimos con la percepción de que el más vivo logra sobrevivir, y que el guapetón del barrio se queda con las niñas más bonitas. Por eso tenemos el gobierno que tenemos. Y cuando todo se pone mal, la solución es abandonar el barco. Como ratas.
Con esto no quiero herir ninguna susceptibilidad. Todas las personas tienen el derecho de buscar el mejor futuro. Sin embargo, hasta que no haya uno que se pare con dos pies firmes y se enfrente al régimen. Haciendo frente a las consecuencias. Entonces continuaremos en este espiral enfermizo.
Ustedes dirán: con tan buena voz y mandando a cantar. Pues sí, puede que ese sea el objetivo principal de estas líneas. Pero, antes de empezar a cortar cabezas, recordemos quiénes han sido los ejes de poder en este país. Los que tienen con que invertir en la política. Con la notable excepción de la nueva boliburguesía. Venezuela siempre fue manejada por los ricos y famosos del show business electoral. Aquellos que los rojitos llaman descendientes del Pacto de Punto Fijo. Personas calculadas, que habían invertido sus fortunas en ser regentes de una nación. Y como la historia es cíclica, ahora tenemos una nueva camada de líderes, que a punta de petrodólares, convenios con países de dudosa reputación y besando viejitas, se ganan las puertas de Miraflores.
No somos estúpidos, pero pecamos por omisión. Sabemos quien es el funcionario corrupto, pero mientras eso no afecte mis tres comidas diarias, no me involucro. Es así que para el ciudadano de pie, le parece tan ajeno el mundo que se muestra a través de los medios de comunicación. Esos personajes que salen en la televisión: gobernadores, alcaldes, concejales, diputados y presidente; son seres que viven en otra dimensión y no tienen nada que ver con el trabajo que hago todos los días. Cuán equivocados estamos. Porque, para los que no se acuerdan de biología de bachillerato, estamos en una relación simbiótica. Donde todos los elementos del proceso están involucrados.
Un ejemplo, el más mencionado por todos. La regaladera de plata al exterior. Nuestro flamante gobierno se ha dado a la tarea de dejar unos milloncitos por Bolivia, otros por Nicaragua, y la bóveda mayor está en Cuba. Dinero que si bien no está en tu banco, te pertenece, porque salió de la tierra donde naciste. Entonces como ciudadanos razonables, deberíamos pedir cuentas de lo que se invierte en el país. Dónde están esos millones para construir casas, y por qué carajo tenemos que estar metiendo a damnificados en el palacio presidencial. Eso no es solidaridad, eso se llama improvisación. También la oposición debe aprender, terminar de borrar esos errores que nos han dejado en la miseria. Ya está bueno con pensamientos mediocres y vetustos. A mi no me importa verte con el barro hasta la coronilla, lo que quiero es que te pongas a trabajar y dejes la propaganda política. Así ganas más votos. Créeme.
Petición. ¿Qué quiero? Eso es fácil: ser feliz. Asegurar el mejor de los éxitos para mi familia en el país que me vio crecer. Que la inseguridad se resuma a eventos de disociados, y no sea la divisa de todos los días. Que la seguridad social funcione como reloj suizo. Y que, por favor, me vengan a cortar las ramas del arbolito cuando se los pido. No es una utopía señores. Tampoco estoy en drogas. No hay que ir lejos para tener ejemplos de países que supieron levantarse de sus cenizas.
Ningún espacio en este planeta es de color de rosa. Pero no hay que vivir siempre en la porquería, para entender que podemos lograr más. Entonces, el cambio empieza por el hogar. Si, como lo leen, por tu casa. Hay que empezar a debatir los problemas sociales, crear una consciencia ciudadana entre los jóvenes, y una disposición a cuidar los bienes públicos. Hacer entender que los que nos mandan, deben rendirnos cuentas, porque a la hora de la chiquita, están en el poder por nosotros. La sociedad no es el último eslabón de la cadena, somos el primero, el del medio y el final. Que el estudio, es la mejor vía para el progreso. Y que no hace falta la opresión, para obtener nuestro éxito.
Está bien, está bien. No todos somos moneditas de oro. Siempre habrá la manzana podrida. Pero en una democracia bien aceitada, a esa oveja negra le costará mucho robarse el pasto de otros pastizales. Ahí los delincuentes dejarán de ser la mayoría, para convertirse en una minoría que siempre está dando dolores de cabeza. Así se enfoca el país que quiero, donde los ciudadanos tengan la mayor cantidad de felicidad, sin que la estructura de la nación esté en retroceso. Claro, también hay que inculcar la capacidad de trabajo. Donde gobierno y sociedad trabajen de la mano para la construcción de un sendero bien empedrado. Por ahí hay un verso que dice: “dadle el pescado, y comerán un día. Enseñadles a pescar, y comerán toda la vida” Esa es la noción que se busca, y la que precisamente nos han quitado.
Comunicación. Empecemos con esta frase: “la libertad de expresión es la base de los derechos humanos y la madre de la verdad, y su supresión equivale a pisotear los derechos humanos, asfixiar la naturaleza humana y oprimir la verdad”. ¿Quién la dijo? Pues Liu Xiaobo, el flamante premio Nobel de la Paz 2010. Quien tuvo que imaginarse su premiación desde una cárcel. Acusado por el gobierno chino de rebelarse contra los poderes del Estado. Sólo por pedir que se respeten los derechos humanos.
Estos problemas nos parecían tan ajenos, tan remotos, tan fuera de nuestro país de playas paradisíacas y mujeres hermosas. Pero ahora vemos como la televisión es una “herramienta del Imperio”, y el Internet se ha convertido en “arma de los oligarcas”. ¡Por Dios! ¿De dónde salen tantas sandeces? Porque eso es lo que es, estupideces de personas que se quedaron en la edad de piedra. Que no comprenden que para mantener el poder, hay que permitir que sea criticado. Tanto que adoran sus cúmulos de mandato, y hacen lo contrario para conservarlos. Silenciando las voces de la diferencia, no logras el control. Es lo contrario, armas una bomba de tiempo que te explotará en cualquier momento.
Ahora se quiere regular la Web. Los mensajes que se envíe de manera general, e inciten al odio contra altos funcionarios. También los comentarios anónimos, e imágenes que sean ofensivas al público en general. Por favor, ¿con qué moral? No hay nada más ofensivo que ver a unas personas muriéndose de hambre, y un desgraciado paseando en su vehículo todo terreno, rodeado de guardaespaldas, prometiendo villas y castillos. Pues me niego, sí, como lo ven, me niego a moderar mis palabras. No caeré nunca en ese jueguito de miedo, en el que se quieren meter en mi casa y controlar lo que veo y no veo. Como dice un pana: “tendrán que convertir al estado Bolívar en una cárcel para meternos a todos presos. Porque seremos hackers” No me da la gana de que tú te quieras pagar y darte le vuelto. ¿Anarquía? No hermano, eso se llama sentido común. Por favor sé inteligente, si en 11 años no pudiste reconstruir Vargas, crees que podrás controlar todas las páginas de Internet. Ni China o Estados Unidos lo han logrado.
Porque mi hermano de tres años lo vale. Porque para irme de aquí, tendrán que botarme. No pienso regalar mi país a una cuerda de cobardes. Porque llega un momento en que las balas y golpes de fusil no duelen. Lo que más duele es ver que todo se va por el inodoro y no hacemos nada. ¿Incitación al odio? Lee entre líneas de la mejor manera que te plazca. No necesito de un arma para hacer ver a la gente lo inútiles que son. Desde mi casa, desde la oficina y caminando, se enseña a la gente que este camino no es el correcto. Que para comer tres veces al día, no hay que ponerse una boina roja. Que estamos hartos de tu magnicidio, y que me importa tres pepinos lo que digan en Cuba. Aquí se habla VENEZOLANO, y usted se olvido hace tiempo de eso.
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