viernes, julio 09, 2010

Yo quiero una como la Jolie


Hablemos con sinceridad. A esta edad, ¿qué sabemos del amor? Nada, absolutamente nada. Vivimos dando tumbos en un camino empedrado con la metas que ya nos predispone la sociedad. ¿Muy filosófico para ti? Entonces apartemos los tapujos y pongamos los naipes sobre la mesa. Conseguir lo ideal es una fantasía, un concepto generado por las compañías que hacen las tarjetas de aniversario, cumpleaños y cuanta fecha festiva exista. Si los terroristas fueran inteligentes, colocarían una bomba en la sede principal de Hallmark; allí sí que son especialistas en meterle mentiras a la gente. Pero, volviendo al tema, cómo sabemos si debemos arriesgarnos o dar un paso atrás para que el destino haga el resto. No lo sabemos, es condenadamente difícil, lo que nos queda es trabajar con lo que tenemos y esperar por un buen resultado.

Como ya lo sabes, somos humanos. Vidas orgánicas que se pueden dañar fácilmente. Nos afecta el frío, el calor y las balas volando sobre nuestras cabezas. Aunque el daño mayor lo provocan las emociones. Esa imagen, ya cliché, de tener el corazón roto en mil pedazos porqué a alguien se le antojo revolvernos las entrañas. Y nosotros desprevenidos, caímos en la trampa. Se ha comprobado científicamente que cuando uno se enamora, no piensa. No razona. No mide sus consecuencias. Propongo al Ministerio de Interior y Justicia que en estos casos, revoque licencias de conducir, portes de armas y licencias para practicar medicina (¿en Venezuela existe eso?) porque somos personas peligrosas. Además, las tazas de cursilería suben al cielo, y se empieza con la regaladera de chocolates (plata para los suizos) y de flores (alimentamos a los floricultores de Galipán)

¿Amargado yo? Por favor, lo que hago es puntualizar lo obvio. Para enamorarse hay que tener conocimientos de administración de empresas, psicología y defensa personal (ustedes saben, para cuando nos tiren un jarrón por la cabeza cuando nos portamos mal) es por eso que en las universidades deberían hacer cátedras de honor sobre el tema, e invitar a personas como Isabella Santo Domingo (por eso de que al parecer nosotros las preferimos brutas) o a Gabriel García Márquez, quien a través de años de experiencia literaria, ha acertado en muchas cosas del amor. Podríamos nombrar a muchas personas, pero el punto es que quiero que nos digan: ¿qué carajo estamos haciendo mal? ¿Por qué las tasas de divorcios son más altas que la de matrimonios? ¿Por qué las relaciones más exitosas son las que no colocan etiquetas? y ¡demonios! ¿Por qué un vampiro que brilla genera más emociones que un hombre realmente enamorado de su mujer? Es que acaso la gente se volvió loca.

Quizá me ahogo en un vaso de agua, como lo dije al principio, qué sabemos a esta edad. Nada. Sin embargo buscas a los sabios de la cosa, y ellos parecen más perdidos que tú. Unos cuantos divorcios por allá, tres de ellos muy peleados y con coñazas incluidas en la corte. Tripones regados por todos los puntos geográficos, como si estuviéramos marcando el territorio. Y el machismo con el feminismo, en vez de quedar como teorías irresolutas, han ganado terreno (algo así como el comunismo) No pasan de moda los rones para ahogar las penas. Las llamadas inoportunas durante la madrugada para declarar nuestro amor, que pueden terminar en órdenes judiciales para que dejemos la ladilla. Y sigue, por los clavos de Cristo, las cancioncitas melosas que nos hacen recordar: “a la perra esa”. Ojala, y estuviera hablando de la linda poodle que tiene en la casa, pero no. El cerebro es una vaina arrecha, y lo peor es que no podemos resetearlo.

Cuando consiga a ese dichoso príncipe azul, lo voy a moler a coñazos. Hablo en serio. O de repente me voy para los estudios Disney y presento una queja formal por años y años de películas que mostraban a ese amor maravilloso e irreal, con la frasecita: “happily ever after” Vivimos dentro de una burbuja, hasta que nos damos cuenta, a veces demasiado tarde, que el amor se tira peos, se enferma, fuma, se rasca, es caprichoso, no cocina, no plancha y casi nunca, asegura gran química en la cama. Son esas cosas que no escriben en la parte de atrás de los Digital Video Disc (o DVD) para describir a las películas de amor. Es por eso que ahora tenemos excelentes profesionales, grandes avances tecnológicos, curas para las enfermedades y resoluciones sociales. ¿Por qué? Porque nadie en su sano juicio quiere perder su tiempo buscando algo que no se encuentra.

Ok, ok, quizá estoy exagerando un poco. Drenar con las palabras es maravilloso. Sin embargo esto es lo que yo creo. Primero, y no me canso de repetirlo, no significa no. En todos los idiomas. Así que usted no busque ser Miguel de Cervantes y cambiar el lenguaje. Al oír esa palabra limítese. Segundo: la verdad. Admito que yo no soy buen ejemplo de eso (me ha costado) pero evitará malos ratos. Amigos, son amigos. Amigos con derecho, da título a algunas revolcaditas (pero que queden los términos bien claros por favor) Novios, todo lo que eso implica. Pareja, ahora usted va camino a enseriarse. Esposos, asuma su barranco con responsabilidad. Debe saber en lo que se está metiendo, antes de aceptar cualquiera de estas premisas. Tercero, una cosa es ser romántico y otra un obsesionado rayando en asesino de “Sé lo que hiciste el verano pasado”. Cuando usted insista, tantee el terreno, si está 100% seguro de que trabajando la conquista puede obtener resultados, échele pichón. De lo contrario, quédate quieto.

Cuarto: mas vale una dama y un caballero, a ser un patán. Las cosas se empiezan hablando y terminan de la misma manera. Nada de malcriadeces e insultos. Acuérdate que tu madre es mujer. Quinto, y más importante, si después de pasar por tantas locuras y pruebas sabes que estás enamorado. Y la cosa es reciproca. ¡NO LA CAGUES! REPITO ¡NO LA CAGUES! Mantén tus principios, no cambies para ser aceptado y ama como quieres que te amen. Así podremos medianamente salvar a la humanidad.

Jefferson Díaz.

jueves, julio 08, 2010

Hablemos de Periodismo

Un viejito saca su silla debajo del escritorio, conecta la máquina de escribir y enciende un cigarrillo. Son las dos y media de la mañana, y las ganas de escribir pueden más que el sueño. Bocanada a bocanada, salen las ideas de lo que será su reportaje. Con el clic, clac de las teclas y el repiqueteo de la cinta transportadora, se sumerge en el oficio del periodista. Sí, el mejor oficio del mundo. El que te da batallas para luchar, éxitos que disfrutar y muchos dolores de cabeza. Algo que se hace por vocación, o no se hace.

Han pasado varios días desde que en Venezuela se celebró el día del Periodista. Desconectado, entre comillas y subrayado, del acontecer nacional. No tuve chance de escribir acerca del camino que he tomado y de lo que significa ejercer esta profesión en nuestro país. Y es que son muchas las versionas y divergencias que han surgido alrededor de la noticia. Entorno a lo que significa decir la verdad y construir los eventos que acontecen día a día. Es a través de las experiencias, que uno va forjando una idea de lo que se hace dentro de la redacción de un periódico, del canal de televisión y en las cabinas de transmisión. Así, desnudaremos el misticismo que rodea a los mal llamados comunicadores sociales.

Primero, todos somos comunicadores sociales. Es algo innato en el ser humano. Desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, estamos comunicando ideas, transmitiendo acontecimientos y narrando historias. Es parte de nuestro ser. Sin embargo, somos nosotros, los “profesionales”, los que sabemos interpretar esos códigos y símbolos, para plasmarlos en papel o en video. ¿Por qué coloco entre comillas la palabra profesionales? Porque más allá del título que nos dan en la universidad, el profesionalismo de un periodista viene ligado con respetar ciertas normas y compromisos que se van adquiriendo en el trabajo. No me malinterpreten, es de suma importancia lo que se aprende en el aula, pero la sustancia de la noticia se adquiere cuando sales a la calle a buscar la información.

No, no estoy sermoneando a nadie. Apenas son dos años frente a una diagramación en blanco, que se tiene que llenar antes de las cinco de la tarde. Sin embargo, y por este motivo, he descuidado ciertos aspectos académicos. La enseñanza ha sido tan nutritiva como la de un recién nacido cuando se alimenta de la teta de la madre. Bonita imagen ¿o no? Son esas situaciones, donde tienes que mojarte de pies a cabeza para cubrir los destrozos que dejaron las lluvias, armarte de valor para no devolver el desayuno cuando vas a la morgue o convertirte en el mejor diplomático de todos, cuando los políticos te mienten descaradamente, por las que elegí hacer lo que hago. Claro, hay ciertos aspectos que vienen ligados con el título de periodista. Me acuerdo de una profesora en quinto semestre que nos decía que nosotros siempre seremos buscados para conseguir información. Obvio, pero ¿por qué? Porque tenemos conocimiento de todo. Bueno, yo no inventé el juego Reto al Conocimiento o ¿Quién quiere ser millonario? para saberlo todo. Sin embargo, hay una verdad muy grande dentro de esa afirmación. Nunca, y quiero decir nunca, un periodista debe estar desprevenido a lo que pasa en su entorno.

También está el asunto del poder. Ese poder que tanto atrae a las personas, las seduce y las lleva a comete actos que precisamente, no están avalados por el Código de Ética del Periodismo Venezolano. Son esas tentaciones por cambiar una frase, disfrazar una oración, desviar la atención de un párrafo o hacerse de la vista gorda ante una fuente confiable. ¿Para qué? Para ser los primeros en recibir nuestra cuota de poder cuando se empiecen a pagar los favores recibidos. Si es que alguna vez se pagan.
Nuestro bolígrafo es la mayor arma en una sociedad que a gritos está buscando algo o alguien que los guíe. Es por eso que en cada palabra que sale de nuestro computador, va una carga de energía capaz de resolver un problema o hacerlo más grande.

Dentro del periodismo hay lugar para todo: egocentrismos, corrupción, mentiras, intereses, malicia y unos cuantos calificativos que no son parte del premio a la persona más simpática. Es por eso, y con pies ligeros como pluma pero dedos afilados como aguijones de abeja (muchas gracias por eso Cassius Clay) que la noticia debe transformarse en un agente de cambio. No en un simple método de lleva y trae de la información. Qué en cada uno de nuestros escritos esté la carga suficiente como para mover los cimientos de nuestro entorno. Pasar del periodismo de denuncias, al periodismo de investigación. Bien lo decía Ryszard Kapuscinsk: “los cínicos no sirven para este oficio”, así que a agarrar baterías nuevas y dejar de ser agentes pasivos. Es cierto que una persona no hace la diferencia, pero una persona sí puede desencadenar el efecto dómino hacia la meta buscada.

Por mi parte, aún me falta caer del nido. Conseguir esa licenciatura que me abra las puertas a una colegiatura, a pelear en un sindicato (yo y mis peleas) y a ejercer en Caracas. En mi ciudad. A descubrirla como debe ser. A saber diferenciar los factores de poder, que manejan los hilos del periodismo nacional. A reconocer las habilidades de los colegas y de los que sólo buscan construir una reputación a base de “favorcitos”. A tener de mantra que lo único que importa en esta vida es mi nombre. Sí, mi nombre será la carta de presentación cuando dentro de muchos años sea como ese viejito, en mi casa, encendiendo la máquina de escribir (a la vieja escuela) y plasme la sabiduría que te da saber que has hecho un buen trabajo.

Jefferson Díaz

miércoles, julio 07, 2010

Diez años


Podría empezar diciendo que la amistad, según el diccionario de la Real Academia Española, es: “un afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato” Sin embargo, nunca me ha gustado ser alguien con definiciones cuadradas, y lo que no sé, me lo invento. Es por eso qué, después de pasar 14 días como un extranjero en mi ciudad, fue gratificante reencontrarse con la familia. Con esa familia que uno escoge, que se cultiva con el pasar de los días, y que a pesar de esos tiempos a distancia, se mantiene unida.

Empecemos las matemáticas entonces, contemos del uno al diez, y que cada uno de esos números nos recuerde los años vividos, las experiencias acumuladas, las peleas, los amores correspondidos, y los no correspondidos también. Dejemos por un momento las obligaciones que nos da la madurez, y hagamos una remembranza de nuestras elecciones. De por qué decidimos ser amigos. Sonará un poco cursi y sacado de novela rosa, pero las emociones funcionan de esa manera, nos guste o no. Y es que más allá de los nuevos escenarios, y los conocimientos adquiridos, las bases fundamentales de nuestro desarrollo social las construimos juntos. Con las fiestas, las reuniones, los apretones de mano, los abrazos, las felicitaciones y los insultos; conformamos un grupo de ensayo y error para salir al ruedo del mundo. Ahora, nos sentamos relajados, alrededor de una mesa, a jugar póquer (recién aprendimos) mirando nuestras caras y reconociendo nuestros éxitos, errores y posibles futuros. La confianza es algo que da asco, pero es una herramienta útil para mantener las vigas de este edificio en el que todos vivimos.

Aún recuerdo a las recién llegadas (lo digo con mucho cariño) a este círculo donde ya unos cuantos se conocen desde edad preescolar. Como se formo un trío de niñas, que pasaron a ser adolescentes, y ahora son hermosas mujeres. De cómo los niños, pasamos a la inmadurez, continuamos por ese camino un buen rato y ahora nos proponemos metas y caminos al altar. De cómo este grupo ha crecido, ha disminuido y ha vuelto ha crecer. Quizá no en cantidad, sino en calidad. Nuestras tradiciones se han vuelto parte de nuestras vidas, y a estas alturas podemos decir que las navidades siempre serán un punto de reencuentro, un punto de salida para recordar los años en el colegio ubicado en la avenida Fuerzas Armadas, de las aventuras universitarias y del aprendizaje que nos dejaron nuevas personas y otras fronteras.

Son diez años. Una década donde todos nos conocimos. Y donde se nos dijo que aún falta mucho camino por recorrer. Porque es una verdad científica, que uno nunca termina de conocer a las personas. ¡Qué lo diga Freud! Sin embargo, estoy seguro de algo: en las buenas, en las malas, en las maduras, en las verdes, en los momentos de alegría y tristeza. Siempre seremos pilares de apoyo. Lo digo con total responsabilidad y credibilidad, entre nosotros hay un camino seguro. Por eso, dejemos a un lado las penas y las falsas modestias. Reconoceremos tus logros, y te apoyaremos en tus caídas. Somos una casa que puede pasar meses vacía, pero siempre abrirá sus puertas para recibir a los que ayudaron a construirla. A los amigos pródigos, que se imprimieron en los corazones (jajajaja ¿cómo te quedó el ojo Stephenie Meyer?)

Es así que entre consultorios odontológicos, compañías de recursos humanos, sets de producción, puertos marítimos, libros de ingeniería, planos de arquitectura y frente a este computador con una página en blanco, se recordará a los panas. Se harán las preguntas obvias: ¿quién se casará primero? ¿quién tendrá hijos primero? ¿se quedará en el país? ¿estarán bien? Interrogantes que se pueden resolver levantando el teléfono. Reportando la situación, trabajando como un pelotón que lucha por mantener los momentos de joda, de felicidad y de crecimiento. Admiro sus destrezas, sus ganas de echarle un camión a la vida, y por sobre todo le agradezco a Dios y a sus semejantes, que me los haya puesto en mi camino. ¡Salud y prosperidad para todos! Se les quiere.