Yo quiero una como la Jolie
Hablemos con sinceridad. A esta edad, ¿qué sabemos del amor? Nada, absolutamente nada. Vivimos dando tumbos en un camino empedrado con la metas que ya nos predispone la sociedad. ¿Muy filosófico para ti? Entonces apartemos los tapujos y pongamos los naipes sobre la mesa. Conseguir lo ideal es una fantasía, un concepto generado por las compañías que hacen las tarjetas de aniversario, cumpleaños y cuanta fecha festiva exista. Si los terroristas fueran inteligentes, colocarían una bomba en la sede principal de Hallmark; allí sí que son especialistas en meterle mentiras a la gente. Pero, volviendo al tema, cómo sabemos si debemos arriesgarnos o dar un paso atrás para que el destino haga el resto. No lo sabemos, es condenadamente difícil, lo que nos queda es trabajar con lo que tenemos y esperar por un buen resultado.
Como ya lo sabes, somos humanos. Vidas orgánicas que se pueden dañar fácilmente. Nos afecta el frío, el calor y las balas volando sobre nuestras cabezas. Aunque el daño mayor lo provocan las emociones. Esa imagen, ya cliché, de tener el corazón roto en mil pedazos porqué a alguien se le antojo revolvernos las entrañas. Y nosotros desprevenidos, caímos en la trampa. Se ha comprobado científicamente que cuando uno se enamora, no piensa. No razona. No mide sus consecuencias. Propongo al Ministerio de Interior y Justicia que en estos casos, revoque licencias de conducir, portes de armas y licencias para practicar medicina (¿en Venezuela existe eso?) porque somos personas peligrosas. Además, las tazas de cursilería suben al cielo, y se empieza con la regaladera de chocolates (plata para los suizos) y de flores (alimentamos a los floricultores de Galipán)
¿Amargado yo? Por favor, lo que hago es puntualizar lo obvio. Para enamorarse hay que tener conocimientos de administración de empresas, psicología y defensa personal (ustedes saben, para cuando nos tiren un jarrón por la cabeza cuando nos portamos mal) es por eso que en las universidades deberían hacer cátedras de honor sobre el tema, e invitar a personas como Isabella Santo Domingo (por eso de que al parecer nosotros las preferimos brutas) o a Gabriel García Márquez, quien a través de años de experiencia literaria, ha acertado en muchas cosas del amor. Podríamos nombrar a muchas personas, pero el punto es que quiero que nos digan: ¿qué carajo estamos haciendo mal? ¿Por qué las tasas de divorcios son más altas que la de matrimonios? ¿Por qué las relaciones más exitosas son las que no colocan etiquetas? y ¡demonios! ¿Por qué un vampiro que brilla genera más emociones que un hombre realmente enamorado de su mujer? Es que acaso la gente se volvió loca.
Quizá me ahogo en un vaso de agua, como lo dije al principio, qué sabemos a esta edad. Nada. Sin embargo buscas a los sabios de la cosa, y ellos parecen más perdidos que tú. Unos cuantos divorcios por allá, tres de ellos muy peleados y con coñazas incluidas en la corte. Tripones regados por todos los puntos geográficos, como si estuviéramos marcando el territorio. Y el machismo con el feminismo, en vez de quedar como teorías irresolutas, han ganado terreno (algo así como el comunismo) No pasan de moda los rones para ahogar las penas. Las llamadas inoportunas durante la madrugada para declarar nuestro amor, que pueden terminar en órdenes judiciales para que dejemos la ladilla. Y sigue, por los clavos de Cristo, las cancioncitas melosas que nos hacen recordar: “a la perra esa”. Ojala, y estuviera hablando de la linda poodle que tiene en la casa, pero no. El cerebro es una vaina arrecha, y lo peor es que no podemos resetearlo.
Cuando consiga a ese dichoso príncipe azul, lo voy a moler a coñazos. Hablo en serio. O de repente me voy para los estudios Disney y presento una queja formal por años y años de películas que mostraban a ese amor maravilloso e irreal, con la frasecita: “happily ever after” Vivimos dentro de una burbuja, hasta que nos damos cuenta, a veces demasiado tarde, que el amor se tira peos, se enferma, fuma, se rasca, es caprichoso, no cocina, no plancha y casi nunca, asegura gran química en la cama. Son esas cosas que no escriben en la parte de atrás de los Digital Video Disc (o DVD) para describir a las películas de amor. Es por eso que ahora tenemos excelentes profesionales, grandes avances tecnológicos, curas para las enfermedades y resoluciones sociales. ¿Por qué? Porque nadie en su sano juicio quiere perder su tiempo buscando algo que no se encuentra.
Ok, ok, quizá estoy exagerando un poco. Drenar con las palabras es maravilloso. Sin embargo esto es lo que yo creo. Primero, y no me canso de repetirlo, no significa no. En todos los idiomas. Así que usted no busque ser Miguel de Cervantes y cambiar el lenguaje. Al oír esa palabra limítese. Segundo: la verdad. Admito que yo no soy buen ejemplo de eso (me ha costado) pero evitará malos ratos. Amigos, son amigos. Amigos con derecho, da título a algunas revolcaditas (pero que queden los términos bien claros por favor) Novios, todo lo que eso implica. Pareja, ahora usted va camino a enseriarse. Esposos, asuma su barranco con responsabilidad. Debe saber en lo que se está metiendo, antes de aceptar cualquiera de estas premisas. Tercero, una cosa es ser romántico y otra un obsesionado rayando en asesino de “Sé lo que hiciste el verano pasado”. Cuando usted insista, tantee el terreno, si está 100% seguro de que trabajando la conquista puede obtener resultados, échele pichón. De lo contrario, quédate quieto.
Cuarto: mas vale una dama y un caballero, a ser un patán. Las cosas se empiezan hablando y terminan de la misma manera. Nada de malcriadeces e insultos. Acuérdate que tu madre es mujer. Quinto, y más importante, si después de pasar por tantas locuras y pruebas sabes que estás enamorado. Y la cosa es reciproca. ¡NO LA CAGUES! REPITO ¡NO LA CAGUES! Mantén tus principios, no cambies para ser aceptado y ama como quieres que te amen. Así podremos medianamente salvar a la humanidad.
Jefferson Díaz.
Como ya lo sabes, somos humanos. Vidas orgánicas que se pueden dañar fácilmente. Nos afecta el frío, el calor y las balas volando sobre nuestras cabezas. Aunque el daño mayor lo provocan las emociones. Esa imagen, ya cliché, de tener el corazón roto en mil pedazos porqué a alguien se le antojo revolvernos las entrañas. Y nosotros desprevenidos, caímos en la trampa. Se ha comprobado científicamente que cuando uno se enamora, no piensa. No razona. No mide sus consecuencias. Propongo al Ministerio de Interior y Justicia que en estos casos, revoque licencias de conducir, portes de armas y licencias para practicar medicina (¿en Venezuela existe eso?) porque somos personas peligrosas. Además, las tazas de cursilería suben al cielo, y se empieza con la regaladera de chocolates (plata para los suizos) y de flores (alimentamos a los floricultores de Galipán)
¿Amargado yo? Por favor, lo que hago es puntualizar lo obvio. Para enamorarse hay que tener conocimientos de administración de empresas, psicología y defensa personal (ustedes saben, para cuando nos tiren un jarrón por la cabeza cuando nos portamos mal) es por eso que en las universidades deberían hacer cátedras de honor sobre el tema, e invitar a personas como Isabella Santo Domingo (por eso de que al parecer nosotros las preferimos brutas) o a Gabriel García Márquez, quien a través de años de experiencia literaria, ha acertado en muchas cosas del amor. Podríamos nombrar a muchas personas, pero el punto es que quiero que nos digan: ¿qué carajo estamos haciendo mal? ¿Por qué las tasas de divorcios son más altas que la de matrimonios? ¿Por qué las relaciones más exitosas son las que no colocan etiquetas? y ¡demonios! ¿Por qué un vampiro que brilla genera más emociones que un hombre realmente enamorado de su mujer? Es que acaso la gente se volvió loca.
Quizá me ahogo en un vaso de agua, como lo dije al principio, qué sabemos a esta edad. Nada. Sin embargo buscas a los sabios de la cosa, y ellos parecen más perdidos que tú. Unos cuantos divorcios por allá, tres de ellos muy peleados y con coñazas incluidas en la corte. Tripones regados por todos los puntos geográficos, como si estuviéramos marcando el territorio. Y el machismo con el feminismo, en vez de quedar como teorías irresolutas, han ganado terreno (algo así como el comunismo) No pasan de moda los rones para ahogar las penas. Las llamadas inoportunas durante la madrugada para declarar nuestro amor, que pueden terminar en órdenes judiciales para que dejemos la ladilla. Y sigue, por los clavos de Cristo, las cancioncitas melosas que nos hacen recordar: “a la perra esa”. Ojala, y estuviera hablando de la linda poodle que tiene en la casa, pero no. El cerebro es una vaina arrecha, y lo peor es que no podemos resetearlo.
Cuando consiga a ese dichoso príncipe azul, lo voy a moler a coñazos. Hablo en serio. O de repente me voy para los estudios Disney y presento una queja formal por años y años de películas que mostraban a ese amor maravilloso e irreal, con la frasecita: “happily ever after” Vivimos dentro de una burbuja, hasta que nos damos cuenta, a veces demasiado tarde, que el amor se tira peos, se enferma, fuma, se rasca, es caprichoso, no cocina, no plancha y casi nunca, asegura gran química en la cama. Son esas cosas que no escriben en la parte de atrás de los Digital Video Disc (o DVD) para describir a las películas de amor. Es por eso que ahora tenemos excelentes profesionales, grandes avances tecnológicos, curas para las enfermedades y resoluciones sociales. ¿Por qué? Porque nadie en su sano juicio quiere perder su tiempo buscando algo que no se encuentra.
Ok, ok, quizá estoy exagerando un poco. Drenar con las palabras es maravilloso. Sin embargo esto es lo que yo creo. Primero, y no me canso de repetirlo, no significa no. En todos los idiomas. Así que usted no busque ser Miguel de Cervantes y cambiar el lenguaje. Al oír esa palabra limítese. Segundo: la verdad. Admito que yo no soy buen ejemplo de eso (me ha costado) pero evitará malos ratos. Amigos, son amigos. Amigos con derecho, da título a algunas revolcaditas (pero que queden los términos bien claros por favor) Novios, todo lo que eso implica. Pareja, ahora usted va camino a enseriarse. Esposos, asuma su barranco con responsabilidad. Debe saber en lo que se está metiendo, antes de aceptar cualquiera de estas premisas. Tercero, una cosa es ser romántico y otra un obsesionado rayando en asesino de “Sé lo que hiciste el verano pasado”. Cuando usted insista, tantee el terreno, si está 100% seguro de que trabajando la conquista puede obtener resultados, échele pichón. De lo contrario, quédate quieto.
Cuarto: mas vale una dama y un caballero, a ser un patán. Las cosas se empiezan hablando y terminan de la misma manera. Nada de malcriadeces e insultos. Acuérdate que tu madre es mujer. Quinto, y más importante, si después de pasar por tantas locuras y pruebas sabes que estás enamorado. Y la cosa es reciproca. ¡NO LA CAGUES! REPITO ¡NO LA CAGUES! Mantén tus principios, no cambies para ser aceptado y ama como quieres que te amen. Así podremos medianamente salvar a la humanidad.
Jefferson Díaz.