Prosa....
Esta vez sin imágenes, sin colores llamativos y sin mensajes introductorios. Escribir es mucho más que tener una idea principal, un verbo entre ceja y ceja, un mensaje y las ganas de golpear las teclas de un computador hasta que te duelan las yemas de los dedos. Escribir puede ser terapéutico, plasmar en una pantalla en blanco nuestros pensamientos puede hacer surgir nuestra verdadera personalidad y si queremos remontarnos a la época de la pluma y el tintero, no hay sentimiento más éxotico que estrenar un kilométrico en un block amarillo de rayas azules, empezar con la ciudad donde está el escritor, colocar la fecha y que nuestra mano se deje llevar por el ritmo de las letras y las conjugaciones. Escribir es lo único que nos puede hacer meter un elefante verde de lunares amarillos dentro de nuestro cuarto, transformar al metro de Caracas en una enorme serpiente llamada Mel o convertirnos en superhéroes para salvar a la chica de nuestros sueños. Escribir es un conocimiento básico que aprendemos en preescolar, y que de quererlo así, puede transformarse en un bonito estilo de vida. Escribir es crear vida y que ésta nunca desaparezca con el paso del tiempo.
Para escribir hay que conocer el juego. Lanzar tu honor al ruedo, tratando de respetar las comas, los puntos, los acentos y las conjugaciones. Ser reconocido como alguien que va más allá de una simple carta de amor, una lista de mercado o una composición para la universidad; convertirse en escritor es desayunar al lado de García Márquez, acostarte con Isabel Allende y que Pablo Neruda te enseñe sobre el amor. Ser escritor es anotar tus vivencias, fracasos y aciertos en una pequeña libreta que se convertirá en tu mejor amiga. Ser escritor es ser solitario a la hora de trabajar y dejar que las palabras te invadan el cerebro. Así como un ingeniero ve el mundo a través de los números, parábolas y medidas, el escritor ve su entorno dividido entre escenas que leyó alguna vez y oraciones que desearía plasmar. El escritor sueña, es humilde y por sobre todo, fomenta a salir de la burbuja en la que nacemos. Mi deseo es lograr ese nivel de pensamiento, ese estado en el que una sola redacción puede cambiarlo todo.
He caído del nido, nado en un mar de signos de puntuación, semántica y mi único salvavidas es un diccionario que me regaló mi madre. Vivo de escribir, y agradezco todos los días por eso, pero el hecho de poder ejecutar lo que me gusta no me da carta blanca dentro de la sociedad. Los ojos acusadores, que muchas veces nos resultan familiares, nos atacarán con la cruda realidad de un país que se ahoga en su propia ignorancia. Como el verdugo en la guillotina, nos pedirán una y otra vez que escribamos nuestras últimas palabras, porque sobre nosotros debe caer la hoja afilada de los preestablecido y de lo mundano. En esa cesta donde podría caer nuestra cabeza, nos espera la escuela de derecho, la de medicina, la de ingenieria y el convento, porque para lo que ya está escrito no existen reediciones. Somos nosotros, la generación intermedia que creció entre el auge del internet y la renovación de la literatura, los responsables de unir nuestras vidas a ese sentido humanista que nos da el leer y el escribir algunas idioteces. Y es que, no somos robots, no vivimos conectados a una fuente de poder que descarga a nuestra mente toda la información; debemos combatir el caletreo y saber que nuestra creatividad siempre llega de alguna manera. Yo recomiendo la escritura, pero claro está, mi recomendación no está escrita en piedra.
Mi segunda familia son mis bolígrafos, mi resma de papel, mis archivos guardados en esa carpetica que se muestra en el escritorio de mi computadora, mis lentes y mi determinación de ser escritor. Aprendo de los grandes y desecho la mala saña. Con coraje, me construyo esa piel de cuero ante las críticas que puedan venir de los mejores, de los que tienen años en esto y que deben ser escuchados. Ser escritor no es flores y vino, es un trabajo duro que saca muchas lágrimas y arrecheras, pero también es el único oficio que te dice cuando estás listo y si nunca lo estarás. Ser escritor es un universo de ideas y conocimientos, ser escritor es aprender a callarme la boca, dejar de tipear y que ustedes lo descubran personalmente, para que así puedan enseñarme.
Jefferson.
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