domingo, mayo 13, 2007

Valencia, donde siempre están parte de mis pensamientos.

Ciudad de riscos y peñascos, de pescadores y de brisa; allá enclavada en el Mediterraneo me robas parte de mi ser. Sabes lo que me has quitado y que no volverá tan fácilmente, esa parte de mi alma que has tomado sin permiso y que se ha dejado hipnotizar por tus noches de verano, tu acojedor otoño y tus encantos femeninos que hacen que el corazón no deje de palpitar. Alcanzando niveles inimaginados, mis sueños viajan hasta allá, hasta un viejo contiente perdido entre mil historias y centenares de deseos, esas ideas que ansían por volver a contarme de lo que me he perdido.

Valencia que ingrata eres, no ofreces comunicación alguna, dejandome así en el limbo de mis dudas y preocupaciones. ¿Por que, si en éste siglo de adelantos y de comunicaciones sin barreras insistes en separarte de mí? Será que yo también he sido insensato olvidandome de tí y de lo que en un momento me ofrecistes. Tu amistad, tus secretos, tus metas y fracasos, todo eso me recuerda a tus calles empedradas y a tu encanto citadino que cubre de una neblina dulce mis ocasos interminables. Lo llevo todavía en mi vista y muchas veces lo reflejo en cualquier lugar que esté, para no sentirme solo y perdido.

Ojala estuvieras tan cerca como tu tocaya Venezolana, y así con un poco de sabor criollo pudiera estamparte un beso y regalarte un enorme abrazo, mis manos te esperan y mi cariño crece siempre. No te olvido Valencia y aunque un oceano nos separa, sabes que de mí una parte tú tienes; en mis pensamientos y en mis oraciones habitas. Lo que me has robado ha sido un gran cariño lleno de insaciable esperanza.

Vuelve, es la palabra que te dedico y un gran amigo te estará esperando.

Jefferson.

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