Tabú
Cada vez se me hace más difícil escribir. Pasó días y días madurando una idea, pero cuando estoy frente a la página en blanco, no sale nada. Quizá es lo peor que puede pasarle a un escritor, quizá es mi mente aconsejando que me dediqué a otra cosa o quizá, es una manera de ir cocinando las palabras que podrían marcar mi futuro. ¿Tengo cosas interesantes que decir? ¿La gente valorará mi trabajo? ¿Puede un escritor sobrevivir en una época donde la sensibilización del ser humano es casi nula? No tengo las respuestas necesarias. Sin embargo, de algo estoy seguro: así sea escribiendo menús para restaurantes de comida rápida, escribir siempre será mi profesión.
Todo pasa por aceptar lo que queremos, y perseguir con todas nuestras fuerzas el éxito. Observando el pasado, nos encontramos con ejemplos de personas que dieron un cambio a sus vidas en el momento menos oportuno. Hoy en día, son ejemplos para la sociedad. Entonces, me colocaré una venda y saltaré a lo desconocido. Qué importa lo que diga un universo donde debes seguir unos requisitos para que la chica bonita te quiera, o la empresa multimillonaria te contrate. Lo que es valioso son los mecanismos que uses para obtener tu felicidad. Porque estoy seguro que en este momento, en alguna playa de Venezuela, hay un vendedor de artesanía más feliz que yo. Son esas acciones para combatir la rutina, que nos hacen verdaderos guerreros del destino.
Pienso que siempre hay una gasolina especial que nos hace andar. Más allá del amor incondicional de nuestra familia, en determinado momentos conocemos personas capaces de hacer relucir nuestro verdadero potencial. Son esas criaturas dispuestas a querernos, amarnos, odiarnos, ser sinceras y tocar las teclas necesarias para que vivamos entre la tierra y el cielo. Como aquella muchacha que muy pronto, se convertirá en la amiga que siempre querremos así se interponga la distancia, o la joven que con sus locuras y puntos de vista imaginativos, nos impulsa en todo momento para ser un mejor hombre. La belleza que vive en el desierto venezolano del corazón. ¿Suena muy cursi? Vamos por buen camino entonces. Porque soy el primer partidario de que la humanidad perdió el rumbo de sus sentidos y sentimientos.
Como figuras robotizadas caminamos sobre tejas de concreto. Cuidando de que la estructura de nuestra ambición no colapse por derramar una lágrima o permitir decir un te quiero. Somos los idiotas racionales, que dependemos de la duración de nuestras cuentas bancarias y lo que diga el colectivo, para ser felices en un mundo que poco a poco se va desgastando. Y nos preocupamos por meteoritos, terremotos o el fin del mundo. Sin entender que desde hace mucho tiempo, nosotros somos las herramientas perfectas de nuestra destrucción. Aunque, ante tanto análisis, surge una pregunta muy importante: ¿lo abandono todo y me meto a hippie? No, claro que no, pero hay maneras de ser exitosos, sin ser analfabetas funcionales.
No es cuestión de imponer gustos, pero sí de seguir reglas básicas de vida. Primero, nunca hagas lo que no te gusta que te hagan. Segundo, no permitas que tu engaño personal afecte la vida de los demás. Tercero, vive y deja vivir. Cuarto, conoce tu personalidad, asume tus límites y verás que las cosas resultan más fáciles. Cinco, asume responsabilidades. Seis, a veces la solución más sencilla es la correcta. Séptimo, no dejes que nadie te mire por encima del hombro. Ok, de repente es un mantra bastante personal. Son los pasos que sigo a diario. Pero, que ideal sería que gran parte de las personas pudieran recapacitar sobre su propia existencia. Respirar por cinco minutos, y darse cuenta que la vida no es un destino sino un camino. Que todos esos consejos repetitivos que escuchamos a sacerdotes, gurús, guías espirituales y cuanto loco hay por la calle, fueron redactados por una razón. Ser felices.
Esto ya empieza a sonar como guía de autoayuda, o algo por el estilo. En verdad, que todos los dioses del mundo me libren de alguna vez escribir tonterías comerciales para complacer a las mayorías. Uno debe hablar del corazón a la hora de sincerarse. Plasmar sin miedos la semblanza de un humano que se cansó de que lo encasillaran con un título universitario, una novia que no llega y un éxito que se debe madurar para poder hacer alarde de él. Por eso, soy como soy. Doy la vida por mi familia, todos los días le doy gracias al señor por crear a la mujer. Damas maravillosas que nos alegran la vista, y embellecen la naturaleza. Y que existan oportunidades para que la felicidad sea parte de nuestra compresión humana.
Nunca las cosas serán color de rosa, la maldad es tan cierta como que el Sol y la Luna salen siempre. Pero al manejar sólo un 20% de nuestro cerebro, no creen ustedes que somos capaces de superar las adversidades, poner a trabajar toda la materia gris y poder algún día sentarnos en algún café, en un planeta ubicado en la constelación de Andrómeda. Mientras conversamos con un extraterrestre sobre las bondades y éxitos de la humanidad. Sí, tenía que hacer referencia a los alienígenas. Así de dispuesto a romper tabús estoy.
Jefferson Díaz.
Todo pasa por aceptar lo que queremos, y perseguir con todas nuestras fuerzas el éxito. Observando el pasado, nos encontramos con ejemplos de personas que dieron un cambio a sus vidas en el momento menos oportuno. Hoy en día, son ejemplos para la sociedad. Entonces, me colocaré una venda y saltaré a lo desconocido. Qué importa lo que diga un universo donde debes seguir unos requisitos para que la chica bonita te quiera, o la empresa multimillonaria te contrate. Lo que es valioso son los mecanismos que uses para obtener tu felicidad. Porque estoy seguro que en este momento, en alguna playa de Venezuela, hay un vendedor de artesanía más feliz que yo. Son esas acciones para combatir la rutina, que nos hacen verdaderos guerreros del destino.
Pienso que siempre hay una gasolina especial que nos hace andar. Más allá del amor incondicional de nuestra familia, en determinado momentos conocemos personas capaces de hacer relucir nuestro verdadero potencial. Son esas criaturas dispuestas a querernos, amarnos, odiarnos, ser sinceras y tocar las teclas necesarias para que vivamos entre la tierra y el cielo. Como aquella muchacha que muy pronto, se convertirá en la amiga que siempre querremos así se interponga la distancia, o la joven que con sus locuras y puntos de vista imaginativos, nos impulsa en todo momento para ser un mejor hombre. La belleza que vive en el desierto venezolano del corazón. ¿Suena muy cursi? Vamos por buen camino entonces. Porque soy el primer partidario de que la humanidad perdió el rumbo de sus sentidos y sentimientos.
Como figuras robotizadas caminamos sobre tejas de concreto. Cuidando de que la estructura de nuestra ambición no colapse por derramar una lágrima o permitir decir un te quiero. Somos los idiotas racionales, que dependemos de la duración de nuestras cuentas bancarias y lo que diga el colectivo, para ser felices en un mundo que poco a poco se va desgastando. Y nos preocupamos por meteoritos, terremotos o el fin del mundo. Sin entender que desde hace mucho tiempo, nosotros somos las herramientas perfectas de nuestra destrucción. Aunque, ante tanto análisis, surge una pregunta muy importante: ¿lo abandono todo y me meto a hippie? No, claro que no, pero hay maneras de ser exitosos, sin ser analfabetas funcionales.
No es cuestión de imponer gustos, pero sí de seguir reglas básicas de vida. Primero, nunca hagas lo que no te gusta que te hagan. Segundo, no permitas que tu engaño personal afecte la vida de los demás. Tercero, vive y deja vivir. Cuarto, conoce tu personalidad, asume tus límites y verás que las cosas resultan más fáciles. Cinco, asume responsabilidades. Seis, a veces la solución más sencilla es la correcta. Séptimo, no dejes que nadie te mire por encima del hombro. Ok, de repente es un mantra bastante personal. Son los pasos que sigo a diario. Pero, que ideal sería que gran parte de las personas pudieran recapacitar sobre su propia existencia. Respirar por cinco minutos, y darse cuenta que la vida no es un destino sino un camino. Que todos esos consejos repetitivos que escuchamos a sacerdotes, gurús, guías espirituales y cuanto loco hay por la calle, fueron redactados por una razón. Ser felices.
Esto ya empieza a sonar como guía de autoayuda, o algo por el estilo. En verdad, que todos los dioses del mundo me libren de alguna vez escribir tonterías comerciales para complacer a las mayorías. Uno debe hablar del corazón a la hora de sincerarse. Plasmar sin miedos la semblanza de un humano que se cansó de que lo encasillaran con un título universitario, una novia que no llega y un éxito que se debe madurar para poder hacer alarde de él. Por eso, soy como soy. Doy la vida por mi familia, todos los días le doy gracias al señor por crear a la mujer. Damas maravillosas que nos alegran la vista, y embellecen la naturaleza. Y que existan oportunidades para que la felicidad sea parte de nuestra compresión humana.
Nunca las cosas serán color de rosa, la maldad es tan cierta como que el Sol y la Luna salen siempre. Pero al manejar sólo un 20% de nuestro cerebro, no creen ustedes que somos capaces de superar las adversidades, poner a trabajar toda la materia gris y poder algún día sentarnos en algún café, en un planeta ubicado en la constelación de Andrómeda. Mientras conversamos con un extraterrestre sobre las bondades y éxitos de la humanidad. Sí, tenía que hacer referencia a los alienígenas. Así de dispuesto a romper tabús estoy.
Jefferson Díaz.
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