El Caminante
“El TODO es mente; el Universo es mental”
El Kybalión.
Un día se detuvo, bajó del carro y comenzó a caminar. El viajero retomó los instintos olvidados, que desde joven lo obligaban a salir de la caja, del encierro, de lo predeterminado. Caminaba entre los seres que se acostumbraron a vivir con dogmas e ideas preanalizadas. Veía como la evolución se había estancado en un proceso de reconocimiento tecnológico, y las posibilidades de agrandar la mente eran enfocadas en un desarrollo al plano destructivo. Por el camino se encontró que la naturaleza dejó de ser parte de la vida para convertirse en parques nacionales, objetos prescindibles y extraña para la condición humana.
Caminaba sin descanso, acorralado por el mundo anárquico que lo vigilaba. Un planeta vivo, pero con una gran enfermedad: la discordia. A través de sus pasos se reconectaba con el mensaje perdido y una verdad irresoluta: así como recibas tienes que dar. Como sean tus actos, serás tratado. Todo está interconectado. El camino le mostraba las irregularidades que se han aceptado como verdades. Hizo abrir sus ojos por primera vez, a pesar de tener una vida de años. El caminar enseñó que sólo usaba sus piernas para desplazarse, y no para avanzar al futuro. Esa acción se convirtió en el renacer de una persona que tenía una misión: transmitir que todo no está escrito, qué las consecuencias no son puntos finales, sino pruebas que nos coloca la vida para seguir adelante. Qué reconocer la imperfección es el primer paso para disfrutar de las perfecciones. El viajero se asombro al ver que el mundo es inmenso, sin la necesidad de pisar tierras lejanas. Que la mente puede abrir un abanico de posibilidades sentado en una plaza. Caminar, seguir andando.
Pasó al lado de catedrales, sinagogas y mezquitas. Conversó con eruditos y campesinos. Miró a los ojos de asesinos y desterrados. Construcciones que salían de la perseverancia de unos pocos que se han atrevido a caminar, barbaridades cometidas por los que tomaron el camino equivocado y teorías invocadas por los que no temen pensar. Pero, ¿conoció lo correcto? ¿Diversificó lo malo de lo bueno? En sus viajes presenció como robar y matar puede ser el destino esperado en muchos países; y una vida de culto y restricciones, ley en otros. Observó que a pesar de la buena intención en sus andares, no son muchos los que están preparados para asumir los retos. Sintió en su piel que la crueldad es una variedad genética que se esparce sin ningún escrúpulo. Fueron los momentos más oscuros del caminante, situaciones que ponen a prueba la fe y perseverancia del que elige la vía iniciática.
Estos viajes se realizan en la soledad. Explorando las entrañas del ser primordial. Estudiando qué es lo que lleva a dos entes compartir un espacio, situación y futuro. Una de las consecuencias del camino es que te desprende de emociones, te convierte en un analítico de la realidad. El dolor no es pasajero, puede durar segundos o décadas. Es una sensación física y mental, siendo la segunda opción la más dolorosa. El amor es una regalía que permite evolucionar en seres de luz, sin embargo puede nublar los sentidos de una razón que está a la vista de todos. Un arma de doble filo. La familia es un compromiso humano, y no se debe desprestigiar su poder. Es una semilla que puede plantar los pinos de la felicidad. Para el caminante el análisis de su entorno no lo salva de la intensidad del descubrimiento. Si bien suprime ciertos raciocinios, cuando llega a su destino, le cae el peso del conocimiento. Y vuelve a sentir.
No es fácil ser un viajero de la evolución. No es fácil que te reconozcan los caballos que viven encerrados en este gran hipódromo llamado Tierra. Los que sueltan las gríngolas pasan de ser animales, a pensantes. Y cuando sueltan los tabúes, pasan de pensantes a potencialidades de la mente. Dentro del morral se carga humildad, firmeza, comprensión, madurez y energía. Se decide que la vastedad de oportunidades no están delimitadas a un espacio, que las herramientas de tu trabajo no se entregan en el alma Mater sino en la renovación de tu humanidad.
Jefferson Díaz
El Kybalión.
Un día se detuvo, bajó del carro y comenzó a caminar. El viajero retomó los instintos olvidados, que desde joven lo obligaban a salir de la caja, del encierro, de lo predeterminado. Caminaba entre los seres que se acostumbraron a vivir con dogmas e ideas preanalizadas. Veía como la evolución se había estancado en un proceso de reconocimiento tecnológico, y las posibilidades de agrandar la mente eran enfocadas en un desarrollo al plano destructivo. Por el camino se encontró que la naturaleza dejó de ser parte de la vida para convertirse en parques nacionales, objetos prescindibles y extraña para la condición humana.
Caminaba sin descanso, acorralado por el mundo anárquico que lo vigilaba. Un planeta vivo, pero con una gran enfermedad: la discordia. A través de sus pasos se reconectaba con el mensaje perdido y una verdad irresoluta: así como recibas tienes que dar. Como sean tus actos, serás tratado. Todo está interconectado. El camino le mostraba las irregularidades que se han aceptado como verdades. Hizo abrir sus ojos por primera vez, a pesar de tener una vida de años. El caminar enseñó que sólo usaba sus piernas para desplazarse, y no para avanzar al futuro. Esa acción se convirtió en el renacer de una persona que tenía una misión: transmitir que todo no está escrito, qué las consecuencias no son puntos finales, sino pruebas que nos coloca la vida para seguir adelante. Qué reconocer la imperfección es el primer paso para disfrutar de las perfecciones. El viajero se asombro al ver que el mundo es inmenso, sin la necesidad de pisar tierras lejanas. Que la mente puede abrir un abanico de posibilidades sentado en una plaza. Caminar, seguir andando.
Pasó al lado de catedrales, sinagogas y mezquitas. Conversó con eruditos y campesinos. Miró a los ojos de asesinos y desterrados. Construcciones que salían de la perseverancia de unos pocos que se han atrevido a caminar, barbaridades cometidas por los que tomaron el camino equivocado y teorías invocadas por los que no temen pensar. Pero, ¿conoció lo correcto? ¿Diversificó lo malo de lo bueno? En sus viajes presenció como robar y matar puede ser el destino esperado en muchos países; y una vida de culto y restricciones, ley en otros. Observó que a pesar de la buena intención en sus andares, no son muchos los que están preparados para asumir los retos. Sintió en su piel que la crueldad es una variedad genética que se esparce sin ningún escrúpulo. Fueron los momentos más oscuros del caminante, situaciones que ponen a prueba la fe y perseverancia del que elige la vía iniciática.
Estos viajes se realizan en la soledad. Explorando las entrañas del ser primordial. Estudiando qué es lo que lleva a dos entes compartir un espacio, situación y futuro. Una de las consecuencias del camino es que te desprende de emociones, te convierte en un analítico de la realidad. El dolor no es pasajero, puede durar segundos o décadas. Es una sensación física y mental, siendo la segunda opción la más dolorosa. El amor es una regalía que permite evolucionar en seres de luz, sin embargo puede nublar los sentidos de una razón que está a la vista de todos. Un arma de doble filo. La familia es un compromiso humano, y no se debe desprestigiar su poder. Es una semilla que puede plantar los pinos de la felicidad. Para el caminante el análisis de su entorno no lo salva de la intensidad del descubrimiento. Si bien suprime ciertos raciocinios, cuando llega a su destino, le cae el peso del conocimiento. Y vuelve a sentir.
No es fácil ser un viajero de la evolución. No es fácil que te reconozcan los caballos que viven encerrados en este gran hipódromo llamado Tierra. Los que sueltan las gríngolas pasan de ser animales, a pensantes. Y cuando sueltan los tabúes, pasan de pensantes a potencialidades de la mente. Dentro del morral se carga humildad, firmeza, comprensión, madurez y energía. Se decide que la vastedad de oportunidades no están delimitadas a un espacio, que las herramientas de tu trabajo no se entregan en el alma Mater sino en la renovación de tu humanidad.
Jefferson Díaz