jueves, mayo 13, 2010

Un abrazo


Un abrazo. Sólo un abrazo. Guardemos los besos y las caricias en un bolso, por un segundo. Deja que nuestros pensamientos se conjuguen en una sola energía, y allí, mientras estamos unidos, logremos resolver los problemas que nos persiguen. Sí, sólo un abrazo. El más personal de los gestos. Un momento donde las esencias conforman un calipso de sensaciones. La mente se libera, y recordamos lo que significa ser libres. Un abrazo. Sentido y con la persona que amas.

¿Sabes que podemos escapar? Irnos lejos. Caer por el agujero como lo hizo Alicia. Pero esta vez no llegaremos al país de las maravillas. No. Estaremos en el país de lo real, donde nuestras metas son posibles mientras estemos juntos. ¿Qué pasa con las peleas? Están presentes, latiendo bajo delgadas capas de confianza y comprensión. Quedará de nosotros tomar hilo y aguja, para reforzar la tela de la relación. Sí, un abrazo. ¡Vamos regálame uno! Que me dure para siempre, como dice la canción. Olvídate de la oficina, del carro, de la casa y envuélvete por un momento entre mis brazos. Cae ante lo cursi del corazón, y regresa a esa mañana donde fueron los rayos del sol, y no un despertador, lo que te sacó de tus sueños. Recordar, esa es la palabra. Trasladarte hacia los momentos que te brindaron una sonrisa.

Viajemos. Lleguemos hasta Marte. Que no importe la casa con piscina, el resort en la Riviera Francesa o el Rolex que vimos en el catálogo. Aprendamos, por muy cliché que parezca, que lo material es sólo eso: un material. Como un tatuaje llevo tus consejos, que desde abajo me dicen que aterrice. ¡Baja a la tierra!, me gritas. Pero no. Yo te grito ¡Sube a las nubes conmigo! ¿Qué tiene de malo soñar? Nada, absolutamente nada. Todas las caídas que he sufrido, todos los: ¡vete pal’ carajo!, que me han dicho. Han sido la gasolina para buscar una felicidad utópica. Palabra que descarté de mi diccionario el primer día que te abracé. ¡Lo ves! Un abrazo lo cura todo. La dulzura de tus labios compite con la ternura de tus brazos. Alá, Buda, Shiva, Dios ¡Gracias! ¡Gracias totales! (Oda a Soda Stereo) Por tenerla a mi lado.

No. Ni Jane Austen, ni Danielle Steel se apoderaron de mi teclado. Te lo digo en serio. Un abrazo. ¿Es tan difícil de creer? A veces se necesita algo más que palabras de aliento, que apoyo económico y que un buen consejo. Lo que necesitamos es sentirnos queridos. Si bien mi madre, mi hermano y hasta las bolas de pelo que tengo por gatos, son sustitos aceptables de ese gesto. Es a ti, a la única, que quiero abrazar. Tú eres la Pdvsa de mi Cuba. La Obama de mi “Yes we can! La luna de mi Tierra. ¡Por Dios! Hasta la Ipad de mi Apple. Sí, sólo un abrazo.

Claro, ya entiendo. Es que aún no te conozco. ¡Maldición con ese Teragrip Forte que me hace ilusionar! ¡Fuck you flu! Despierto empapado en sudor, con la boca pastosa y comprobando que sigo en el mismo cuarto. Las mismas cuatro paredes con los miles de mosquitos surcando los cielos. ¡Qué calor! ¿Por qué un abrazo? Lo que quiero es un aire acondicionado. Sin embargo el corazón late más fuerte, y mientras me dirijo a la cocina por agua (pareciera que caí en una mala película tipo B) vuelvo a caer en cuenta que no necesito líquido. Necesito de tus brazos. Y es que soy un romántico empedernido. Es una herencia familiar. Dispuesto a obviar todo el protocolo cuando te encuentre al fin.

¡Hola mi nombre es Jefferson! y ¡ZAS! Venga el amapuche con todo mi amor.

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