MUERTE A LOS GORDOS
“Ojo con los gordos: a rebajar, a hacer dieta, a hacer ejercicio”, fueron las palabras que dirigió el presidente Hugo Chávez al pueblo venezolano, el pasado 25 de Octubre en su programa dominical “Aló Presidente”. Hay un pensamiento que no me he podido sacar de la cabeza desde hace rato, y es que pareciera que Venezuela es el único país donde el universo funciona al revés. Donde las autoridades están pendientes de planes de magnicidio, de espionaje, de complots para la desestabilización social y de crear una guerra de humo con Colombia. A un lado quedaron los “simples” homicidios de ciudadanos valiosos, y que ocurren a plena luz del día. Ya no nos importa el creciente narcotráfico y de como nos hemos convertido en cuna de terroristas.
Con mucho pesimismo escribo éstas palabras; ayer a la vista de una plaza, de un restaurante y de una comunidad que aún no sale de su asombro, fue asesinado el secretario del Consejo Legislativo de Miranda. Una persona que se destacó por ser mediadora de conflictos y que se había librado de muchos tentáculos dentro de la política. Pero, la Parka tiene un sentido del humor muy sádico y continua su abrazo demoledor sobre nuestra nación. Poco a poco dejamos de ser venezolanos para convertirnos en estadísticas; esos numeritos fastidiosos que engrosan los expedientes del Cicpc y de las morgues venezolanas, ahora la paranoia es nuestra mejor herramienta para combatir la inseguridad.
¿En dónde vivimos? y más importante ¿con quién vivimos? La destrucción de una sociedad empieza por el núcleo familiar. Los valores humanos dentro de la educación, están siendo reemplazados por la necesidad de tener los tres golpes diarios en la mesa, por garantizar un techo y para que no falten los cobritos en el banco. ¿Para qué estudiar cuando puedo agarrar un arma y ser hampón? Una interrogante que ya no se queda en las salas de cine, cuando vemos películas como “Secuestro Express”, “Sicario” o “El Don”; ahora esa es la premisa que domina las mentes de muchos jóvenes que al ver la falta de oportunidades, optan por un camino más fácil. Claro, esto no es excusa para nada; si hay algo que tenemos los seres humanos es la capacidad de adaptarnos ante las adversidades, una adaptación que muchas veces nos hace desarrollar una solución ante nuestro problema. Es por eso que la evolución de una persona dentro de un ambiente hostil puede tener muchas vertientes, queda de ellos elegir la correcta. Desglosar el tema de la seguridad nos da mucha tela para cortar; pasa desde un mejor equipamiento y calidad de vida para los funcionarios policiales, hasta la adecuación de unos centros de reclusión que pasen de ser agujeros del infierno a recintos de reconciliación.
De resto nos queda una gran indignación, impotencia y tristeza al ver que nos estamos quedando solos. Transportista de las líneas de Petare protestaron ayer por el asesinato de un compañero, además denuncian que deben pagar cuotas de entre BsF 50 y 60 a los choros para que no los roben. Hemos pasado de ser un Estado democrático a un Estado delictivo, en donde el psicoterror está a la orden del día. Atrás quedó la época en donde se podía salir con cierta tranquilidad a la calle, atrás quedaron esos recuerdos de cuando no tenías que desarrollar otro par de ojos para caminar por este país tan convulsionado. Muy lejos del conciente venezolano quedó la sensación de seguridad para pasar, como diría nuestra “flamante” Defensora de Pueblo, a una “sensación de inseguridad”.
¿Podemos confiar en los organismos de justicia? Da pena entrar a los tribunales de este país; primero porque pareciera que hemos quedado estancados en el siglo XIX donde los expedientes se acumulan a desdén, donde los recursos introducidos por los abogados deben sortear innumerables pasos burocráticos para que la causa sea seguida por un juez. Sistemas como el “Jurys”, que sirve para la clasificación de los casos penales en archivos digitales, no han dado la talla a la hora de apresurar las sentencias. No hay una comunicación regular entre los forenses y el fiscal, y pareciera que la ley de la pistola es la que manda en nuestras calles. Como olvidar el caso de linchamiento que se suscitó en El Valle el pasado 4 de febrero, cuando los vecinos cansados de la impunidad atraparon por sus propios medios a un violador que los tenía azotados. Lo quemaron, después de matarlo a golpes, y lo exhibieron en la calle como un recordatorio a los que se sintieran con el coraje de delinquir por la zona otra vez. ¿Es esto justificable? ¿Ahora nosotros seremos juez y jurado?
Ojala me quedaran ganas de decir que hay luz al final del túnel, porque si la hay, yo no la veo. Mientras el Gobierno Nacional nos manda a rebajar porque estamos gordos, cada fin de semana se posan decenas de cadáveres en las mesas del forense, yo lo sé me ha tocado ser testigo de esto. Y aún cuando muchos de nosotros disfrutamos dentro de nuestra burbuja mientras no nos pase nada, debemos entender que la barricada de protección hace tiempo que está levantada y ha dado paso a la peor de las pestes: la inseguridad.
Jefferson Díaz
Con mucho pesimismo escribo éstas palabras; ayer a la vista de una plaza, de un restaurante y de una comunidad que aún no sale de su asombro, fue asesinado el secretario del Consejo Legislativo de Miranda. Una persona que se destacó por ser mediadora de conflictos y que se había librado de muchos tentáculos dentro de la política. Pero, la Parka tiene un sentido del humor muy sádico y continua su abrazo demoledor sobre nuestra nación. Poco a poco dejamos de ser venezolanos para convertirnos en estadísticas; esos numeritos fastidiosos que engrosan los expedientes del Cicpc y de las morgues venezolanas, ahora la paranoia es nuestra mejor herramienta para combatir la inseguridad.
¿En dónde vivimos? y más importante ¿con quién vivimos? La destrucción de una sociedad empieza por el núcleo familiar. Los valores humanos dentro de la educación, están siendo reemplazados por la necesidad de tener los tres golpes diarios en la mesa, por garantizar un techo y para que no falten los cobritos en el banco. ¿Para qué estudiar cuando puedo agarrar un arma y ser hampón? Una interrogante que ya no se queda en las salas de cine, cuando vemos películas como “Secuestro Express”, “Sicario” o “El Don”; ahora esa es la premisa que domina las mentes de muchos jóvenes que al ver la falta de oportunidades, optan por un camino más fácil. Claro, esto no es excusa para nada; si hay algo que tenemos los seres humanos es la capacidad de adaptarnos ante las adversidades, una adaptación que muchas veces nos hace desarrollar una solución ante nuestro problema. Es por eso que la evolución de una persona dentro de un ambiente hostil puede tener muchas vertientes, queda de ellos elegir la correcta. Desglosar el tema de la seguridad nos da mucha tela para cortar; pasa desde un mejor equipamiento y calidad de vida para los funcionarios policiales, hasta la adecuación de unos centros de reclusión que pasen de ser agujeros del infierno a recintos de reconciliación.
De resto nos queda una gran indignación, impotencia y tristeza al ver que nos estamos quedando solos. Transportista de las líneas de Petare protestaron ayer por el asesinato de un compañero, además denuncian que deben pagar cuotas de entre BsF 50 y 60 a los choros para que no los roben. Hemos pasado de ser un Estado democrático a un Estado delictivo, en donde el psicoterror está a la orden del día. Atrás quedó la época en donde se podía salir con cierta tranquilidad a la calle, atrás quedaron esos recuerdos de cuando no tenías que desarrollar otro par de ojos para caminar por este país tan convulsionado. Muy lejos del conciente venezolano quedó la sensación de seguridad para pasar, como diría nuestra “flamante” Defensora de Pueblo, a una “sensación de inseguridad”.
¿Podemos confiar en los organismos de justicia? Da pena entrar a los tribunales de este país; primero porque pareciera que hemos quedado estancados en el siglo XIX donde los expedientes se acumulan a desdén, donde los recursos introducidos por los abogados deben sortear innumerables pasos burocráticos para que la causa sea seguida por un juez. Sistemas como el “Jurys”, que sirve para la clasificación de los casos penales en archivos digitales, no han dado la talla a la hora de apresurar las sentencias. No hay una comunicación regular entre los forenses y el fiscal, y pareciera que la ley de la pistola es la que manda en nuestras calles. Como olvidar el caso de linchamiento que se suscitó en El Valle el pasado 4 de febrero, cuando los vecinos cansados de la impunidad atraparon por sus propios medios a un violador que los tenía azotados. Lo quemaron, después de matarlo a golpes, y lo exhibieron en la calle como un recordatorio a los que se sintieran con el coraje de delinquir por la zona otra vez. ¿Es esto justificable? ¿Ahora nosotros seremos juez y jurado?
Ojala me quedaran ganas de decir que hay luz al final del túnel, porque si la hay, yo no la veo. Mientras el Gobierno Nacional nos manda a rebajar porque estamos gordos, cada fin de semana se posan decenas de cadáveres en las mesas del forense, yo lo sé me ha tocado ser testigo de esto. Y aún cuando muchos de nosotros disfrutamos dentro de nuestra burbuja mientras no nos pase nada, debemos entender que la barricada de protección hace tiempo que está levantada y ha dado paso a la peor de las pestes: la inseguridad.
Jefferson Díaz
1 comentario:
Maestro, más cuentos de Alfredo Escalante en línea.
Abrazos enjundiosos.
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