martes, junio 02, 2009

Fútbol


Originalmente esta nota iba a describir la excelente actuación que ha tenido el Caracas F.C. en sus últimos partidos, tanto en el torneo Venezolano como en la Copa Libertadores, pero después de haber estado dentro del Olímpico y haber sentido en carne propia lo que el deporte Rey hace a las personas, decidí que es mejor ahondar un poco más en el tema. No por esto voy a dejar de lado a los "Rojos del Ávila", los once futbolistas que tanto hacen delirar a la afición caraqueña tendrán su espacio dentro de mi blog.
Venezuela siempre ha sido un país de béisbol. Este deporte tiene más de 114 años de historia en nuestras tierras y centenares de grandes ligas criollos demuestran que donde nació Bolívar, lo que sobran son pitchers, catchers, rightfielders, leftfielders y todo lo que tenga que ver con el deporte del diamante. Al saber esta realidad es lógico observar que la fanaticada venezolana siempre se ha volcado a los estadios de béisbol para apoyar a sus equipos, y que cristianamente durante la temporada del béisbol gringo, nos arrinconamos frente al televisor para ver a un Johan Santana sacar hasta 12 ponches por juego o al "Kid" Rodríguez salvar otra partida, mientras con actitud desafiante agradece al "chivuo" por los favores recibidos. Y es que jugar pelota en nuestro país es tan cierto como que tenemos un sinfín de maravillas naturales y que nuestras mujeres son igual de bellas como son echadas pa'lante.
Gracias a su ubicación geográfica, Venezuela tiene la dicha de tener una sociedad multicultural, de allí que el Caribe nos haya legado la pasión por el béisbol; pero mirando hacia el suroeste del país no podemos olvidar nuestra parte andina, y es allí donde el fútbol empezó a tocar la puerta. Al ser el fútbol un deporte que no necesita pasaporte sino 22 jugadores, tres arbitros y una cancha, esta actividad ganó terreno y se estableció en los estados Táchira, Trujillo y Mérida. Mucha de la migración Colombiana que llegó a nuestras fronteras, trajo bajo el brazo un balón de fútbol y empezaron a maravillar a más de uno por esos lares, sembrando la semilla de Pelé y Maradona. Bueno pues la historia es sencilla, no requiere de muchas explicaciones, el fútbol nunca fue rival del béisbol, éste último superaba con creces en afición y en interés; pero ¿qué pasó? ¿qué fue lo que inclinó un poquito la balanza hacia los penaltys y las tarjetas amarillas?
Todavía en nuestro país la pasión por el béisbol es enorme, es una tradición que se pegó a nuestros corazones. Pero esa pasión no contaba con la llegada de un señor que con sus ganas de triunfar, puso 90 minutos de juego en todos los venezolanos. Sí, hablo de Richard Páez, un individuo odiado por muchos y amado por otros, pero que volteó la mesa y dijo a viva voz que aquí también se juega fútbol. Es por eso que ahora, con nuestra Vinotinto, las pasiones nacen y como pequeños infantes dan sus primeros pasos de apoyo para que nuestra selección llegue por primera vez a un Mundial. La fanaticada del béisbol es apasionada, no lo niego, pero esa determinación está estructurada por jugadas de estrategia y situaciones meditadas. Si bien el venezolano es apasionado en todo lo que hace, dentro del béisbol esa pasión cambia, se transforma y se convierte en una gran espectadora. No es mi deseo disminuir ninguno de los dos deportes, por allá afuera hay personas que se desviven por la temporada de los sluggers, pero es necesario marcar diferencia entre lo que impulsa a un fanático del fútbol y a uno del béisbol.
Por mi parte yo soy fanático de los Navegantes del Magallanes (lo sé, lo sé, por favor los Caraquistas ahorrarse los comentarios) pero dentro del fútbol nunca fui fiel a nadie. Ahora bien cuando se desata la popularidad de este deporte aquí, fui absorbido por la ola de acontecimientos. Primero por mi sentido nacionalista, un equipo de 11 personas que dejan la vida en el terreno para dejar los colores patrios bien en alto, segundo porque es reconfortante observar que nuestros jugadores saben parar un balón y ahora miran hacia arriba cada vez que corren la pelota. En pocas palabras, en Venezuela ahora también nacen buenos delanteros, defensas, laterales izquierdos y derechos, e inclusive tenemos a nuestro propio René Higuita o me van a decir que Renny Vega a veces se pasa de payaso. Es por eso que cuando el pasado 23 de mayo fuí al partido de ida de la final del fútbol venezolano, nunca me imaginé que vería a una afición vibrante, leal y vigorosa participando como el jugador 12. Poco sabía lo que me esperaba el 27 de mayo en juego de Copa Libertadores.
La Insurrección.
Llegamos tres horas antes del juego, los amigos con los que iba me indicaban que así era mejor porque después: "sería imposible obtener buenos asientos". Y así desde mi lugar pude observar como el Olímpico iba llenándose poco a poco, como sus entrañas iban quedando expuestas por la cantidad de pancartas, avisos y camisas rojas que anunciaban un vendabal de fanáticos dispuestos a apoyar a su equipo a toda costa. El Caracas F.C. equipo de la capital venezolana, equipo con la mayor cantidad de campeonatos en el fútbol local (diez en total) se enfrentaría al Gremio de Sao Paolo en el juego de ida de los cuartos de final de la Copa Libertadores. Mientras veía el terreno, mis oídos se agudizaron y escuchaba las conversaciones espontáneas entre extraños que debatían cual sería el resultado y la estrategia a seguir. "Necesitamos ganar aquí, en Brasil es muy difícil" "Prefiero que dejen un buen resultado en copa y que en el torneo local le den chance a los jóvenes" "Gremio viene invicto, no será fácil, pero aquí el Caracas nunca pierde", fueron horas de intensidad en donde pude evidenciar que el fútbol ha llegado para quedarse.
Quince minutos antes del pitazo incial no cabía un alma en el estadio, casi 40 mil almas llenaron hasta el tope una ilusión que empezó hace diez años, cuando una Vinotinto comenzó a derrotar gigantes. Cuando ese equipo convirtió a Venezuela en la David de Latinoámerica, un continente lleno de Goliats futboleros. Es en ese momento cuando a ritmo de tambores y pitos hizo su entrada la gloriosa barra del equipo rojo. "Los Diablos" "Los Ultras" "Los revoltosos" "Los que dejan todo en las gradas" esos fanáticos que al unísono prendieron la fiesta con un gran: ¡Dale Ro, dale, dale, dale Ro!. Uno veía antes por televisión como las barras del Manchester United, del Chelsea, del Inter, del Milán, del Real Madrid (equipo del cual soy fanático. Lo sé, lo sé, los del Barcelona por favor ahorrarse comentarios) preparaban sus feudos antes de la gran batalla; y es que el fútbol es y siempre será una representación de batallas simbólicas entre países, donde no tan solo está en juego los puntos de un torneo, sino que también se lanza al ruedo la honra, el orgullo y la determinación de un pueblo entero. En fin, el fúbol es una manera de batallar para ser los mejores dentro del continente. Les digo entonces que en Venezuela, nuestros soldados/hinchas se entrenan y vaya que han sido excelentes en ese entrenamiento.
No se ganó, tampoco se perdió. Un empate marcó el fin de la jornada, donde un equipo rojo insurrecto peleó hasta el final contra uno de los mejores de Brasil. Sin dejar un mal sabor de boca, ahora la batalla será en territorio enemigo, veremos que pasa. No debemos olvidar que al frente de la esperanza criolla está un felino audaz y persistente, y es que Noel "Chita" Sanvicente, el nacido en San Félix, trajo de tierras llaneras sus lanzas listas para dar la batalla. Con su trabajo y victorias se ha echado al hombro una responsabilidad enorme, y su talento lo ha demostrado con creces. Queda lista la mesa para seguir haciendo historia, ya el escenario se empieza a montar para lo que será un capítulo más de nuestra pequeña historia dentro de las páginas del fútbol mundial.
El tiempo extra.
Ojalá y todos siguieramos los ejemplos que se dan dentro de la cancha. Donde lo justo y lo injusto es resuelto de inmediato, sin la necesidad de pasar por procesos burocráticos que nos roban un pedazo de nuestras vidas. Donde una tarjeta roja o amarilla determina un castigo necesario, sin que el papeleo inunde nuestras necesidades de rectitud. Los humanos hemos creado deportes desde tiempos inmemoriables para escapara de la realidad y de la rutina diaria, pero sin darnos cuenta creamos una actividad que se asoma por encima de nuestras leyes y tradiciones. Creamos escenarios donde en 90 minutos, una hora, dos horas, se resuelven las diferencias y se determina quién es el mejor, y porque es el mejor. Una vía donde los obstáculos se resuelven con talento y no con bravuconerías.
Claro que después de que suena el pitazo final. Volvemos a nuestro estado, nuestras actitudes violentas alimentadas con el furor de la competencia, nos hacen destrozar estadios, caernos a tiros y lanzar botellazos. Es el deporte, una de las tantas gasolinas, que nos permite darnos cuenta de lo que somos capaces de hacer, para bien o para mal. Nuestra pasión por la esférica, nos recuerda esa pasión que tuvo Cristóbal Colón al demostrar que la tierra era redonda. Y es que ese balón representa nuestro mundo, un mundo por el cual vale la pena luchar, dentro y fuera de la cancha.
Jefferson.