El miedo es una vaina arrecha. Viene con nosotros desde el primer momento que vemos luz en este mundo, cuando salimos cansados, mugrientos y con un frío espantoso; el miedo está allí para darnos la bienvenida, para decirnos de una buena vez: "Vete preparando". Con razón nuestra primera reacción es llorar.
Me acuerdo que de niño le tenía miedo a muchas cosas, a esas pequeñeces usuales de los chamos: a la oscuridad, a perderme y no encontrar a mi mamá, a que me pillaran haciendo una travesura y me descubriera mi mamá (único momento en que no deseaba sentir su correa) eran sensaciones que me taladraban el cerebro y no me dejaban quieto. Aunque la que más recuerdo me lleva al patio de recreo de mi colegio, estaba yo en el cuarto grado de primaria y mis únicos intereses eran Los Caballeros del Zodiaco y que comería de almuerzo. Sin embargo había algo que me intrigaba, que me forzaba a experimentar pero que a su vez me daba un panico de mil demonios. Para dirigirse a los baños uno debía subir unas escaleras, no eran muchas, si acaso alcanzarían a los 8 escalones. Al ver esto, los muchachos más grandes al salir del W.C, decidían mostrar su valentía ante todos y saltaban aquella montaña que me aturdía todos los días. Más de una vez pensé en hacerlo, en dar ese paso, cojer impulso desde los más profundo y saltar esa pequeña colina que se presentaba en mi temprana vida, pero no podía, el miedo regresaba y me atormentaba escupiedome sus cizañas en la mente. A la larga crecí y esos escalones se volvieron una tontería, algo que yo podía sortear sin la necesidad de darme mala vida, pero a un precio muy caro porque había descubierto que el mar de las inseguridades es muy amplío y mientras uno crece, él se vuelve más grande.
El miedo es lo que nos obliga a tomar decisiones, lo que no nos hace entender que a veces hay muchas más cosas que un simple universo personal, que quizás los valores que tanto defendemos no son los correctos. El miedo es sencillamente una piedra de tranca muy difícil de superar. Para este virus invasor que tenemos en nuestras emociones, tenemos la autoestima. Ella tan linda y poderosa, tan fuerte a veces pero a la vez muy débil. Su fortaleza proviene precisamente de esas veces que logramos vencer al dragón de siete cabezas del terror y obtemos un pequeño grano dorado de energía, de espirítu que nos impulsa a seguir adelante, pero, como todas las cosas malas de este planeta, el miedo tiene vías más fáciles de agarrar vuelo en esta carrera. Una vez escuche: "el que no tiene miedo, tiene serios problemas", ahora lo comprendo mejor y me anoto en esa idea cuando sea. Por más que tratemos de superar algo que nos da la naturaleza con artimañas artificiales, siempre terminaremos en el lado perdedor.
Ahora ya un poco más grande, mis miedos se han transformado, tengo más armas para convatirlo pero aún sigue allí, acechandome como un lobo en medio de la noche. Las necesidades no son las mismas y los obstaculos mayores, en este momento no tengo excusas para refugiarme en otras personas, para que peleen mis batallas, estoy en la hora de la verdad, donde mis acciones determinaran si tengo que vivir en el camino de lo incierto o si prefiero tomar el bus expreso a una normalidad "semi normal". Me han dado rienda suelta y ahora mi miedo y yo caminamos de la mano esperando a que alguien se resbale, para soltarlo y dejarlo caer en el hueco. Por miedo los adultos hemos contaminado este planeta a tal punto de estar en un corre corre para salvarlo, ignorantes quemamos recursos naturales, angustiados de que los dólares se van a acabar si no quemamos unos arbolitos por aquí y matamos unas ballenitas por allá. El miedo hizo que los venezolanos salieramos a protestar en contra de un gobierno que cada vez más, se acerca a lo aberrante y descarado, ese sentimiento de poder perder algo por lo que tanto luchamos nos lanzó en un batalla que todavía continuamos. El miedo hizo que millones de personas murieran en guerras que pretendían "restaurar" un orden social, y ha sido el miedo quién ha comprobado que tanta matazón no ha servido de mucho.
Por miedo muchas personas no me aceptarán, ni me comprenderán, pero por miedo idiota yo tampoco hago nada por remendar esta situación. Este sentimiento me ha dado malos ratos pero también fortaleza para salir adelante; después de tanta palabrería comprendo que el miedo es la gasolina necesaria para salir de los obstaculos que nos pone la vida. Ahora cuando recapacito que quizás debí haberle hablado a esa chica que me hacía ojitos en el Metro, o quizás debí haber parado el tráfico para evitar que pisaran a un perro; el miedo se presenta cara a cara y me dice: "pareciera que tuvieras las bolas de adorno".
Jefferson Díaz.
Nota: mil perdones por no actualizar el Blog, este último mes ha sido movido para un mejor futuro. Pero siempre estaremos por aquí. Nina gracias por recordarle a mi miedo que me ponga serio o sino perdere lectores.