jueves, abril 28, 2011

Bipolar




Bipolar. 1. Adj. Que tiene dos polos.


Caracas se despertó como siempre, sin sutilezas. Dando la bienvenida al Sol, asomándose por la cara Este del Ávila. Preparando el clima para una mañana llena de ruidos de cornetas y transporte rebosante de gente. Se comenzaba a sentir el pegoste del calor, que a pesar de las duchas heladas y camisas de algodón, se impregnaba en la capacidad de trabajo de todos los caraqueños. De todas formas, él decidió llevarse un paraguas. Porque en esta ciudad caótica, llovía todas las tardes. El cambio climático había dejado de ser una realidad de documentales para convertirse en un compañero diario.


La rutina comenzaba con encender el televisor, sintonizar el canal de noticias, y buscar esperanzas en un país que desde hace rato perdió el rumbo. Se había acostumbrado a que los noticieros abrieran con sucesos y protestas. Era el entretenimiento de lo real, la aplicación de lo mediático para dar a conocer lo mal que estamos, pero sin ofrecer soluciones. Después tocaba el baño, a donde se iba arrastrando los pies en un apartamento muy solitario, y colosal, para un abogado. Lo bueno del divorcio es la percepción de un nuevo futuro, lo malo es que el pasado no te deja, y menos si sigues buscando un por qué a lo que salió mal. -¡Demonios!, no hay agua- Uno pensaría que en las zonas mejor acomodadas de la ciudad, los servicios son tan sólidos como las rocas, pero Caracas se burla de sus habitantes, y de vez en cuando los invita a bañarse con tobitos.


¿Qué tocaba hacer hoy? Ir a la oficina, después a los tribunales, revisar los expedientes, lidiar con los clientes, jueces, escabinos y toda esa fauna que invade al sistema judicial. Todo perdía valor cuando recordaba la familia que se le había escapado. Desde hace dos años que sus dos hijos y ex esposa -qué radical suena ese adjetivo "ex", como si algo en esta vida pudiera ser "ex"- vivían en otro país. Lo que le tocaba eran llamadas cada dos semanas para ver cómo estaban. Contactos que con el pasar del tiempo habían evolucionado a cada dos días, cada semana y ahora a 15 días. En Latinoamérica, por excelencia, el rol de papá ha quedado relegado a una función de segundo grado, o si no, que lo digan las miles de madres solteras. Un trabajo que no ha logrado recuperar la gloria del pasado. Ahora, en esta situación, lamentaba la decisión de romper una monogamía que impone el sacramento del matrimonio. Para los católicos, y sociedades occidentales, está muy mal visto lo de "montar cachos", porque no reconocemos que como mamíferos es muy difícil eso de "hasta que la muerte nos separe". Pero bueno, quién es el escritor para criticar las bases de nuestro comportamiento. Sin embargo, para nuestro abogado, el corazón se dividió entre dos mujeres, con el peor de los resultados: NADA.


Llegaba a casa, hace tres años, y sentía el calor de la familia. El abrazo de los hijos y la candidez de su esposa. Una fotografía perfecta de lo que sería la familia en nuestros sueños. Ambos trabajaban, ella como médico residente en el hospital Domingo Luciani. Lo que pasa es que el deseo, y el cariño son transformados por la rutina. Por eso, puedes amar pero dividido entre sentimientos. Lo que tocaba ahora era rehacer la vida, no dejarse engañar por el futuro y velar por el cuidado de los hijos. Lllegaba la tarde entonces, y se asomaban las primeras nubes anunciando el aguacero. Irónicamente, era su parte favorita del día. Sonreía cuando caían las primeras gotas en su rostro. Sentía que la lluvia es una manera de la naturaleza para limpiar lo malo que está en nuestro mundo. Deja tristeza, pero renovación en los brotes verdes que aparcer a lo largo de la urbe.


Buscaba la quietud de la plaza, rodeada de carros amontonados en las vías, semáforos dañados, y vendedores ambulantes. Ahí, en su mundo, sentía empaparse el alma y deslastrarse de la soledad. Su traje, el maletín y los zapatos de cuero se mojaban, pero no pesaban más que el dolor de tener que comenzar a labrar un camino desconocido. La lluvia le daba fuerzas para continuar. Así caminando hasta el metro, goteando las calles, no le importaba la mirada inquisitiva de la gente. Se sentía un hombre que reconocía sus errores, y aprendía de los sucedido. Qué no sería la primera vez que enfrentaría al machismo y feminismo de una sociedad bipolar. Qué aún quedaban muchas batallas por luchar. Pero un minuto antes de entrar al subterráneo, decidió tomar un taxi. Caracas no tiene muchos miradores, principalmente porque los que hay, tienen reputación de moteles de baja monta en horas de la noche, venta de sustancias que hacen volar a los débiles y nido de inseguridad. Sin embargo, nada de eso valía a un cuarto para las seis de la tarde. Se sentó en el piso, encendió un cigarrillo y vio como el sol se alejaba. Inundó su pecho con energía renovada, para pasar el día por día, de una vida que se pintaba difícil.


Después resolvería como volver a casa.


Jefferson.

viernes, abril 08, 2011

Olvido


Seis horas pasaron desde que volvió del aeropuerto. A pesar de destilar sudor en la frente, no había notado el intenso calor que inundaba las paredes de su cuarto. Sólo el silbido de los zancudos lo trajo de vuelta al presente, inmerso en sus recuerdos, nunca se imaginó este momento. Aún tenía las llaves del carro en la mano, los mismos zapatos deportivos y los lentes empañados por la sauna que envolvía la bruma de sus pensamientos. Sin pensarlo, salió de nuevo a la calle, a lidiar con la monotonía de una rutina que lo controlaba. Caracas, a la 1 de la mañana, es una ciudad diferente. Despiertan los seres que dan vida al lado oscuro de una urbe, que hace tiempo quedó suspendida en la evolución. Así como Dante bajó al infierno, las madrugadas caraqueñas ofrecen un panorama de la realidad venezolana. Entonces, a través de los semáforos y avenidas, nuestro personaje dejó volar la imaginación, y presionó el pedal del acelerador hasta quedar suspendido en la carretera de los sueños inconclusos. Maldecía a la cultura de la insatisfacción que estamos acostumbrados, y luchaba por no tomar el primer avión que lo llevará a su felicidad perdida. Por mucho tiempo guardó las ganas de estampar un beso, de abrazar sin ataduras y decir sin prejuicios: te amo. Pero el orgullo y la rebeldía nunca van de la mano; y por eso la realidad es la única salida. Unos cinco trabajadores del aseo se arremolinaban ante una montaña de basura. Esos desperdicios de los vivos, que tratan de quedar olvidados por la tarde, y resurgen en la mañana. Fumaban un cigarro, mientras ojeaban una revista pornográfica que algún niño –o no tan niño- había botado para evitar la charla moral de sus padres. Absorto ante una cruda revelación, se sintió vivir en La Bonanza, vertedero de los sueños de miles de personas y rodeado por zamuros dispuestos a hundirlo más en la depresión. ¿Por qué? ¿Por qué tuviste que callar lo que sentías y dejarte llevar por lo políticamente correcto? No te produjo ningún resultado, y ahora como un idiota, tratas de borrar la memoria a punta de alcohol y velocidad. Porque sí, en la capital se consigue alcohol a cualquier hora. Nuestra ciudad no puede huir de la rutina que invade a todo el país. Capitolio, Baralt, El Paraiso, autopista y hacia el Este. Mientras, deja que pasen los chiquillos que arriesgan sus vidas al convertir el asfalto local en circuitos de fórmula uno. Porque la adrenalina de tener una máquina de una tonelada y muchos caballos de fuerza, en la palma de tu mano, te hace sentir el hombre con el pene más grande del universo. ¡Malditos imbéciles! Al salir, ojea como las calles se llenan de personajes sin nombre. Muchos buscando una nueva victima, y otros, el vicio de un polvo blanco que envuelve a la luna. Así, el conductor está decidido a dejar un lado la resignación e ir directo a la acción. Olvidar, de una vez por todas, esa oportunidad que dejo escapar. Comprender que la vida es más que un juego de azar. Así se lo dijo la prostituta que se detuvo a su lado para pedirle un cigarro. Nunca es buena idea parar ante el rojo del semáforo en una ciudad tan caótica. Sin embargo, no tuvo miedo y otorgó el placer a la mujer que sin tapujos, maneja al sexo como ganancia. Porque somos así de básicos, y elementales. Los seres humanos vivimos a base de necesidades tan primordiales, que no caemos en cuenta. Por eso, tratamos de buscar interioridades a un vacío que siempre está presente. Entonces ante el amor que se va, que llega o nunca fue. Son pocas las opciones de consuelo, sólo entender que como una necesidad, se puede satisfacer. No hay que ponerle alas al carro, ni comprar un boleto, la respuesta está en manejar el sube y baja de nuestros deseos. Salía el sol por el Ávila, y tal cuál cuadro de Cabré, observó a una ciudad que lo saludaba y también le daba la espalda. Jefferson Díaz