jueves, agosto 26, 2010

El Caminante
“El TODO es mente; el Universo es mental”
El Kybalión.

Un día se detuvo, bajó del carro y comenzó a caminar. El viajero retomó los instintos olvidados, que desde joven lo obligaban a salir de la caja, del encierro, de lo predeterminado. Caminaba entre los seres que se acostumbraron a vivir con dogmas e ideas preanalizadas. Veía como la evolución se había estancado en un proceso de reconocimiento tecnológico, y las posibilidades de agrandar la mente eran enfocadas en un desarrollo al plano destructivo. Por el camino se encontró que la naturaleza dejó de ser parte de la vida para convertirse en parques nacionales, objetos prescindibles y extraña para la condición humana.

Caminaba sin descanso, acorralado por el mundo anárquico que lo vigilaba. Un planeta vivo, pero con una gran enfermedad: la discordia. A través de sus pasos se reconectaba con el mensaje perdido y una verdad irresoluta: así como recibas tienes que dar. Como sean tus actos, serás tratado. Todo está interconectado. El camino le mostraba las irregularidades que se han aceptado como verdades. Hizo abrir sus ojos por primera vez, a pesar de tener una vida de años. El caminar enseñó que sólo usaba sus piernas para desplazarse, y no para avanzar al futuro. Esa acción se convirtió en el renacer de una persona que tenía una misión: transmitir que todo no está escrito, qué las consecuencias no son puntos finales, sino pruebas que nos coloca la vida para seguir adelante. Qué reconocer la imperfección es el primer paso para disfrutar de las perfecciones. El viajero se asombro al ver que el mundo es inmenso, sin la necesidad de pisar tierras lejanas. Que la mente puede abrir un abanico de posibilidades sentado en una plaza. Caminar, seguir andando.

Pasó al lado de catedrales, sinagogas y mezquitas. Conversó con eruditos y campesinos. Miró a los ojos de asesinos y desterrados. Construcciones que salían de la perseverancia de unos pocos que se han atrevido a caminar, barbaridades cometidas por los que tomaron el camino equivocado y teorías invocadas por los que no temen pensar. Pero, ¿conoció lo correcto? ¿Diversificó lo malo de lo bueno? En sus viajes presenció como robar y matar puede ser el destino esperado en muchos países; y una vida de culto y restricciones, ley en otros. Observó que a pesar de la buena intención en sus andares, no son muchos los que están preparados para asumir los retos. Sintió en su piel que la crueldad es una variedad genética que se esparce sin ningún escrúpulo. Fueron los momentos más oscuros del caminante, situaciones que ponen a prueba la fe y perseverancia del que elige la vía iniciática.

Estos viajes se realizan en la soledad. Explorando las entrañas del ser primordial. Estudiando qué es lo que lleva a dos entes compartir un espacio, situación y futuro. Una de las consecuencias del camino es que te desprende de emociones, te convierte en un analítico de la realidad. El dolor no es pasajero, puede durar segundos o décadas. Es una sensación física y mental, siendo la segunda opción la más dolorosa. El amor es una regalía que permite evolucionar en seres de luz, sin embargo puede nublar los sentidos de una razón que está a la vista de todos. Un arma de doble filo. La familia es un compromiso humano, y no se debe desprestigiar su poder. Es una semilla que puede plantar los pinos de la felicidad. Para el caminante el análisis de su entorno no lo salva de la intensidad del descubrimiento. Si bien suprime ciertos raciocinios, cuando llega a su destino, le cae el peso del conocimiento. Y vuelve a sentir.

No es fácil ser un viajero de la evolución. No es fácil que te reconozcan los caballos que viven encerrados en este gran hipódromo llamado Tierra. Los que sueltan las gríngolas pasan de ser animales, a pensantes. Y cuando sueltan los tabúes, pasan de pensantes a potencialidades de la mente. Dentro del morral se carga humildad, firmeza, comprensión, madurez y energía. Se decide que la vastedad de oportunidades no están delimitadas a un espacio, que las herramientas de tu trabajo no se entregan en el alma Mater sino en la renovación de tu humanidad.

Jefferson Díaz

jueves, agosto 19, 2010

Un Click

¿Qué buscamos? Un click. Sí, no estás leyendo mal. Un click.

Ese sonido que nos anuncia que todo cayó en su lugar, la onomatopeya monosílaba que eleva las sensaciones y nos hace caer en el trance de lo real. Un solo click. Son estos momentos los que definen nuestras vidas, las circunstancias que no deben ser confundidas con epifanías. Un click que te refleje el camino correcto ¿Lo has sentido? ¿Todavía lo buscas? Los reconocemos por las virtudes que nos ofrecen: no desilusionarnos por la decisión tomada, el valor que nos dan y la persistencia que nos brindan, para mantener la calma por un buen tiempo. Sí, lo repito de nuevo, un click.

Imagina, cierra los ojos y escucha el click de tu vida. Cuando sabes con certeza que todo va bien, cuando tus dudas no tienen la fortaleza para destruir los pilares de tu determinación, cuando tu locura no se refiere al significado de esa palabra, sino a la acción de vivir. Ese click que te demuestra lo valioso que eres y lo importante que son tus actitudes hacia tus semejantes. Como el canto de un reloj de cuerda. ¡Click! ¡Click! ¡Click! ¡Click! Pasan las horas y debes reconocer tus fortalezas y debilidades, para sortear los silencios predeterminados de la sociedad. No, no es autoayuda. Tampoco ZEN, y mucho menos flores de Bach. Es tomar las riendas de tus pensamientos, dejarte llevar por los instintos y recordar que por ser regentes del mundo, no somos únicos.

Todo click tiene un propósito, aunque al principio suene bien y después te recuerde lo malo. Pensar en lo positivo tiene sus ventajas, pero es de sabios pensar en lo negativo y aprender de eso. Debilitar nuestra capacidad de sorpresa ante situaciones que se pudieron preveer con lógica. Confiar que tener “un millón de amigos” no significa contar con ellos. Como dice el dicho: “en la cárcel y en la enfermedad los reconocerás”, allí los click son más intensos y con mayor determinación. Yo le digo click ¿cómo lo llamas tú? “Se te prendió un bombillo” “Te vino una idea” “Un deja vu” “Un no se qué” como decidas llamarlo, son nuestras entrañas hablando, ese sentido de protección natural que olvidamos a lo largo de los años.

Como el click al martillar un revólver. El click del encendedor. El click cuando le colocas la tapita al control remoto. Sí, ése sonido. Refrescando tus ideas, gritando a los cuatro vientos: “no estás perdido” La ayuda que te hace parar de la cama, olvidar los entuertos de la vida, y recargar las baterías para llegar al final de la carrera. Porque eso es todo, una simple carrera. De resistencia. De obstáculos. Determinada por el ¡click! ¡click! ¡click! del cronómetro. Son también los pasos de los fantasmas de la mediocridad, de la falta de conclusión. Golpes secos que nos rescatan del limbo. Reconoce las señales del amor, aprende de los click del corazón. Esos que te hacen lanzar sin paracaídas al vacío, y te guían a través de lo que es o no es. No debes menospreciar tu voz a la hora de querer. No dejes que tus inseguridades tomen lo mejor de ti. Sí quieres, hazlo. Si amas, hazlo. Si te abofetean, que sea primera y última. El que controla los click de la vida, controla su destino.

El punto es marcar tu propio ritmo. Determinar tus pasos. Para luego, encontrar el ritmo que compagine contigo. Y así formar la sinfonía de la familia. Una bien engranada máquina, que tendrá el mantenimiento adecuado para subsistir. Conoce lo que eres, comprende tu mentalidad, aprende de lo que estás dispuesto hacer y por sobre todo, sé sincero. Es difícil, lo sabemos, pero hay que intentarlo, por el bien de todos. Esto es una declaración de principios. El manifiesto del click. Así como Botero tuvo a sus gordas, Beethoven su sordera y la Bestia su flor. Yo tengo mi click. Un principio irresoluto y primario. Enamorado de la realidad, y en negociaciones de paz con los sueños. Una energía que fluye de los pies a la cabeza. De lo irracional a lo racional. Del plomo al oro. Es la alquimia que nunca nos enseñaron, y que transforma los tres elementos. Con eso regreso a la música interna, escuchando sin cesar a Edith Piaf, mientras me como una arepa de queso e’ mano. Así es: la personalización de la vida.

Jefferson Diaz

jueves, agosto 05, 2010

Palabras


Son momentos que no se olvidan. Que se quedan con uno hasta el final. Recuerdo que tenía 12 años cuando leí mi primer libro. Cien años de Soledad de Gabriel García Márquez. Lo hice por una asignación de la escuela, y las palabras se impregnaron en mi mente. Y es que había descubierto el mayor beneficio de aprender a leer, me habían dado mi pasaporte para viajar por el mundo, sin la necesidad de comprar un boleto de avión. Eso dio paso a los autores, a las escenas, a la poesía y a las incontables horas de personas que se sentaron frente a un computador, y en algunos casos, frente a una máquina de escribir, para llenar de momentos las repisas de mi biblioteca.

Las palabras son tan importantes como el aire. Así como aprendemos en bachillerato que la química compone al mundo, debemos saber que las palabras componen nuestro conocimiento, desarrollo y futuro. Mucho sabrán que uno de los mayores logros del hombre ha sido la palabra escrita. En esa constante búsqueda de expresión, creamos el alfabeto, las oraciones y las narraciones. Y cuando empezamos a mirar las estrellas, el primer mensaje al universo, fue una placa grabada con expresiones de cómo es nuestro mundo, y los seres que lo habitan. Con las palabras se construye y se evoluciona.

No es cuestión de convertirnos en Cervantes, es entender que nuestro lenguaje puede ser la mejor herramienta para lograr nuestras metas. Seas comerciante, o el próximo ganador del premio Príncipe de Asturias. Las palabras son la gasolina y la luz del camino que se recorre todos los días. Son esos destellos que nos hacen despertar por las noches y los dolores de cabeza que a veces no nos dejan. Por mi parte, desde que concluí la vida de los Buendía recurro a páginas en blanco, a los lápices y a las ideas. Para llenar los intentos de convencerme que hay talento. Son cuadernos y libretas que ocupan un sitial de honor dentro de las cajas que sostienen mi cama; ideas recicladas que pasaron y nunca se fueron. Son los mecanismos de distracción, los elementos de persuasión y las razones para enamorar.

Qué buen desahogo representan las palabras. Una envidia agradable hacia los maestros en la materia. Y una gran admiración por los que toman la filología como estilo de vida. Enterarte qué nosocomio, es la palabra griega para hospital; qué hecatombe significa sacrificar mil bueyes; y reafirmar qué el español es el idioma más amplio que existe. Todo un lujo poder hablarlo y estudiarlo. Es por eso que agradezco vivir de lo que escribo. Quizá no por desarrollo artístico sino por pautas establecidas a diario. Quizá no por relatar los viajes de mis neuronas sino una realidad que se siente en las calles. Pero es una meta cumplida vivir de lo que amas. Siento que nací para ser reportero, pero desde el útero siento que soy escritor. Cuando encuentras un espacio cómodo que te protege de las malas energías (sí, seamos holísticos por un momento) así me siento yo frente a una hoja en blanco. Sea bueno, sea mediocre, sea exitoso el resultado. Aceptar que estás haciendo lo que debes hacer, es todo un compromiso. ¿Por qué? Porque ahora debes ser el mejor en lo que haces. Qué las palabras han trazado un camino que debes recorrer sin poner peros.

A ti lector, para ti son estas palabras. Esta defensa de qué lo escrito, nunca morirá. A pesar de las notas de voz y de las lindas videoconferencias. Para que recuerdes lo sabroso que se siente escribir una carta con lápiz de grafito. Para que te imagines la cara de tu amor, cuado le dejas notitas expresando lo mucho que amas. Para que sepas que todavía se aprende a escribir y a leer con la magia de la palabra escrita. Son procesos que nunca nos dejarán de asombrar y que representan el mundo que nos rodea. Son mis palabras, las que lees ahora, que te llevan a apagar tu computadora, cambiar de página o a seguir escribiendo. ¡Vamos lánzate al abismo conmigo!

Jefferson Díaz