lunes, agosto 31, 2009

SEGURIDAD

No descubrí el agua tibia, y tampoco me caí de la cama. Como todos sabemos, siempre hay dos caras de la moneda. La diferencia está en el rostro que deseamos mostrar ante las diversas situaciones de nuestra vida. Soy partidario de que uno nunca termina de conocer a las personas, y sé que muchos allá afuera piensan lo mismo. En una época donde los ademanes del engaño y la ilusión están a la orden del día, se puede presumir que la confianza es una definición de instinto y no de lógica. Con la tecnificación de nuestros procesos, los seres humanos hemos olvidado herramientas fundamentales que nos permiten tener un recorrido más llevadero. Ahora con “Googlear” a un personaje, pensamos que se puede determinar un patrón de comportamiento.

¿Cómo tocar este tema sin caer en lo paranoico? ¿Qué situación determina la confianza? ¿Sabemos en realidad quiénes somos? Mostrar una personalidad frente a tu familia y otra en el trabajo, nos da muchas respuestas. Quizás no lo hacemos conscientemente, pero son esas acciones las que determinan que nuestro cerebro es una máquina bien aceitada para protegernos. Nacemos con un mecanismo de defensa que se activa en situaciones de riesgo o de profundo análisis; cómo explicar entonces cuando un desconocido se lanza a salvar a otro desconocido después de un accidente, y llegando a los casos más extremos, observamos como un psicópata prepara su ambiente para cometer horrendas acciones. Es interesante analizar como un bebé, un niño y un adolescente, que en ningún momento llegaron de otro planeta, puede desviarse del camino y elegir sendas tormentosas o un poco más tranquilas.

Rafael Garófalo, jurista italiano y creador de la Teoría de Criminalidad, sostenía que “un asesino nace, no se hace”. Es entonces aquí, cuando observamos que la multipersonalidad de un individuo, no tiene que empezar necesariamente con el lado bueno. Existen muchos ejemplos que determinan que tanto asesinos jóvenes como adultos sienten cierta afición por los delitos que comenten. ¿Es entonces la sociedad que los hace cambiar? ¿Los valores familiares no sirven para nada? Son preguntas ambiguas que no dan respuestas concretas, lo que sí sabemos es que dentro de un conglomerado de individuos cuando la violencia entra de lleno, los crímenes violentos están a la orden del día. Mejor ejemplo que Venezuela no hay.

Si bien muchos de nosotros no hemos vivido la violencia de primera mano (gracias a Dios) sabemos que está allá afuera. Lo dicen los medios de comunicación, lo dice la gente en la calle, lo dice el carnicero, lo dice tu mamá y lo dicen tus instintos. Siempre confía en esos instintos que desarrollan tu confianza. El pasado 26 de agosto la organización civil mexicana Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública (CCSP) indicó los resultados de un estudio donde ubica a Caracas como la segunda ciudad más peligrosa del mundo. De primer lugar quedó Juárez en México, y de tercera New Orleans en Estados Unidos (sí, en el “Imperio” también la cosa es delicada); según los resultados difundidos, en Caracas hay 96 homicidios por cada 100 mil habitantes. Tenemos entonces, un gran problema.

Pienso que la idea está en no tentar al destino. Claro, a todos no gusta vestirnos bien, comer bien, tener lo mejor y cómo decir que no. Si trabajamos tan duro por ello, porque no disfrutarlo. Pero el punto es, que no todos piensan igual. Ciertas condiciones sociales han hecho de nuestro país una gran lotería, donde nadie sabe cuando le tocará encontrarse con…bueno ustedes imagínenselo. Conocer como es el modus operandi, instruirse en cuestiones de seguridad y no creer que seamos la segunda llegada de Rambo, nos puede ahorrar muchas cosas. Eso sí, recuerden que pensar en tu vida y en la de los demás no te hace cobarde, te hace una persona que está consciente de que vale más un minuto de tu vida, que un carro o un celular.

Mis mejores deseos, y que siempre estén protegidos.
Jefferson.

domingo, agosto 23, 2009

VISIÓN

Ya, desde hace largo rato, me es difícil mirar las cosas fuera de la perspectiva del reportero. Quizás porque tengo cierta experiencia en el trabajo, o porque cuando uno está en la profesión de informar, nunca se quita el traje de impertinente. Lo cierto es que no me acuerdo de aquella persona que día a día se preguntaba como funciona una imprenta, como se escribe un artículo y como la continuidad de 24 horas no significan nada para un periodista. Trato de hacer memoria y de ubicarme en esa posición, pero no lo logro. Ahora, y sin presumir de nada porque todavía soy un pichón, el raciocinio crítico de una sociedad que clama por noticias se ha ido calando a mis huesos, como cuando se cocina un cochino, dándole vueltas hasta que esté en su punto.

¿Qué pasó con esa visión unipersonal de las cosas? ¿A dónde fue a parar esa barrera mental que nos bloquea nuestro lugar en el mundo? Pues se fueron, horas y horas dedicadas a un estudio, a una reflexión y a las buenas curdas han empezado a transformar la masilla, en un semi profesional. Todavía quedan muchas horas de estudio, muchas cuentas que pagar y muchos regaños que recibir; pero el muchacho que antes confundía la realidad con la imaginación, se marchó. Ahora lo que se aproxima es el futuro, un destino que aún no es cierto ni establecido, pero que dependerá de nuestras acciones y de nuestro entorno. Unos alrededores que últimamente se han visto confrontados a una imposición caudillista y demagoga, que busca sacarnos de las casillas del progreso y adentrarnos a la cámara de lo irracional. Hoy me doy cuenta, después de un letargo avanzado, que el fondo de este precipicio todavía no se ve.

La poeta Marguerite Yourcenar solía decir que: “el verdadero lugar de nacimiento es aquel donde por primera vez nos miramos con una mirada inteligente; mis primeras patrias fueron los libros”. Dicha frase me viene como anillo al dedo, y sin temor de caer en lo repetitivo o en la pseudo intelectualidad, la lectura ha reforzado muchos criterios y muchas decisiones. Pensamientos enfocados hacia el mejoramiento de mi capacidad y la capacidad de mis semejantes, pues de nada sirve ser progresista si tus compañeros aún no se montan al carril del desarrollo. Acepto que el civismo y la comprensión son estados de conciencia mental, y no posiciones que se obtienen a base de sangre y peleas. Es por eso que desde mis entrañas sale el más profundo odio visceral hacia las personas que valiéndose de una altanería pasajera, quieren imponer sobre los otros su manera de convivencia. Frases como: “rodilla en tierra” o “patria, socialismo o muerte”, hacen que la condición venezolana se transforme en un camino lleno de serpientes y chacales, dispuestos a retener cualquier migaja con tal de que su status quo perdure.

Ya no se habla del pluralismo democrático, la transición de poderes es cosa del pasado y la meritocracia es un vago recuerdo. Logros que para bien o para mal se habían establecido dentro de nuestra sociedad; que permitían que los engranajes de la democracia corrieran, bastante malogrados, pero corrieran. Ahora nos vemos de cara con todo lo que habíamos desechado, y es que en algún momento de la vía perdimos el oriente y nos dejamos embelezar por magníficas promesas. Caímos en el juego de cambiar espejos, por oro y piedras preciosas. En el libro El Tema de Nuestro Tiempo de Ortega y Gasset hay una frase memorable: “Tiempos de jóvenes, edades de iniciación y beligerancia constructiva”, palabras que nos hacen evocar nuestra edad, que nos remiten a un tiempo donde todo no parece estar en su debido lugar y se tiene que luchar por lo que se cree correcto. ¿Será que Venezuela olvido esos tiempos? ¿Ya no creemos en la sangre nueva y nos conformamos con lo que sea? Espero que la respuesta sea negativa, aunque mi creciente optimismo me hace pensar que así será. No somos los mismos de hace 10 años, no respiramos el mismo aire político, hemos descubierto nuestra voz y estamos haciendo uso de ella. Claro que ahora se viene el joropo, nos toca pasar nuestra prueba más dura: ganarnos el derecho a ser libres.

Si bien la libertad es una condición inalienable y no debería representar ningún premio. Es una referencia que se nos ha quitado, y ahora debemos pelear por ella. Hay que hacer uso de todo lo que hemos aprendido, de nuestras experiencias, aprovechar que algunas barreras mentales se han ido y ahora la macilla se está transformando en una nación que quiere echar pa’lante. Nos merecemos el gobierno que tenemos si no hacemos nada, y en esto me incluyo, no hay ganancia en la pereza y en la desidia. Desde nuestros hogares, sitios de trabajo y en la calle, hay que promover la libre expresión y el deseo de ser plenamente libres de un Estado abusivo y retrechero. Veamos hacia un futuro positivo, y cuando estemos allí no lograremos acordarnos de cómo se veían las cosas cuando estábamos aislados de la realidad y el progreso.

Jefferson.

domingo, agosto 16, 2009

RACIOCINIO


Todos en algún momento de nuestra vida le tenemos miedo a la oscuridad. Esa sensación de desconocimiento se nos cala hasta los huesos y no nos deja dormir, ocasionando las peores pesadillas y que corramos a protegernos. Es por eso que tenemos un sistema predeterminado que nos impulsa a conocer todo lo que nos rodea, lo comprobamos cuando nos mandan al colegio, después vamos a la universidad y por decisión propia sacamos postgrados y continuamos la cadena de aprendizaje. Es innato en los seres humanos que no nos agrade lo que no conocemos, y es que al vernos fuera de nuestro entorno de confianza, regresamos a las acciones primarias y nos ponemos al nivel de nuestros primos primates.

Y como una sociedad está conformada por un conglomerado de personas, se podrán imaginar el pastel que se forma cuando unos están a gusto con su ambiente y otros no tanto. Pero, ¿es realmente necesario seguir los pasos determinados de conocimiento? ¿no serán esos patrones los que ocasionan que en algún momento del camino nos descarrilemos? Desde que pude discernir entre lo que me parece correcto y no, soy fiel partidario de que hay enseñanzas que ya se caen de maduras. Datos y experiencias que no se adaptan al mundo que estamos viviendo. Sería mejor dejarlas como un estudio histórico y que su lectura se haga bajo una guía especializada, que nos permita no tomarnos las cosas muy en serio cuando lo amerita. Recientemente está en boca de todos la educación, y es que como estábamos dormidos, sentimos que nos zarandean el bulto escolar y hemos reaccionado.

Un buen ejemplo de lo arcaico de las educaciones preestablecidas, es ese deseo ferviente de adoctrinar a los estudiantes. Ya sea indicando que tal cosa es así porque un libro lo dice, o porque un señor que lo escribió hace años sentenció que así era. Y en vez de crear bachilleres, universitarios y profesionales que sean capaces de sacar conclusiones de su entorno, sacamos como chorizos a personas que no ven más allá de sus narices. Claro está, que hay cosas que son incuestionables, como que el cielo la mayoría de las veces es azul o que la gravedad siempre nos lleva para abajo; pero pensemos un poco fuera de la caja y separemos las cosas que nos han sido útiles después de cinco años de estudios de tercer nivel de las experiencias personales de toda una vida. Nos encontraríamos con una lista muy dispareja. Pienso que la educación debería tener dos aristas fundamentales: una que reconozca el esfuerzo de agarrar un libro por tanto tiempo y que de ese estudio, concienzudo y enfocado a mejorar nuestros conocimientos, obtengamos una denominación o título. Segundo, enfocarnos en que no tan solo tenemos el cerebro para restar, sumar y aprendernos al caletre lo que nos pongan enfrente, que nuestro raciocinio puede nutrirse y que las cosas a veces son más simples de lo que uno cree.

Es por eso que hay que luchar contra todo tipo de adoctrinamiento, sea político, religioso o social. Venga del Estado, de la escuela o de la familia, uno de los mayores regalos que tienen los humanos es el libre albedrío. Herramienta, harta conocida por todos, pero que algunos se empeñan en desconocer.

¡Con mis hijos no te metas!

Somos hipócritas, sí, lo somos. Tan solo cuando mis intereses se ven en peligro nos activamos a la defensa. Recuerdo que cuando estaba en el colegio, y era hora de recoger la boleta (momento de terror para cualquier joven de primaria o bachillerato) muy pocos padres o representantes se sentaban con el maestro para descifrar que andaba bien o mal con su hijo. Como robots iban, firmaban la asistencia y al revisar el reporte clasificatorio de su hijo, decidían si un abrazo o un bofetón era la medida de acción. ¡Sólo dios sabe lo que pasaba en casa! Es así que dejábamos la educación de nuestra más valiosa posesión, a extraños. Aborrezco que una Asamblea Nacional trabaje como gatas ladronas, de noche y al sigilo, para aprobar leyes represivas y que van acordes al pensamiento de un caudillo. Pero también reprocho que el dicho “la educación empieza por casa”, ya casi no se aplique. Son los padres los garantes de verificar que la educación que reciben sus hijos, sea la adecuada.

Uno en problemas de pareja y en decirles a los demás como criar a sus hijos, no debe meterse. Eso es ley. Claro, ahora con una LOE que nos quiere colocar un chip “socialista” en las aulas, hace que el problema sea de todos. Es por eso que hay que activarse, revisar página por página libros de texto y sentarse con los profesores para ver que es lo que se dice en clases. Desde nuestros hogares, hacer uso de la experiencia adquirida, y como Sócrates y sus discípulos, guiarlos por el camino correcto. El trabajo apenas empieza, pero si somos inteligentes no caeremos en lo que quieren los que se ponen de tú a tú con los primates.
Jefferson.